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Bolsonaro y Lula viven una batalla electoral en las redes

Brasil vota dentro de tres semanas para elegir presidente, gobernadores, renovar la Cámara de Diputados y parte del Senado. Mientras las encuestas electorales tradicionales dan ventaja a Lula desde el mismo inicio de esta carrera a la Presidencia (está a 11 puntos), en redes su desventaja es evidente: Bolsonaro suma 43 millones de seguidores en Internet, el triple de los que tiene Lula

Ernestina Herrera
Redactado por: Ernestina Herrera
Publicado:17 septiembre, 202210:00 am
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Bolsonaro y Lula viven una batalla electoral en las redes

La campaña electoral brasileña se viven en las redes sociales, un universo que parece infinito donde se libra una batalla feroz plagada de golpes bajos, vídeos tiernos, falsedades y memes. La actividad en los grupos de seguidores del presidente y candidato, Jair Bolsonaro, en Telegram, por ejemplo, es realmente trepidante. Abruma. El bombardeo de breves vídeos elogiosos del “capitán del pueblo” o contra su gran adversario, Luiz Inácio Lula da Silva, conocido en esos ambientes como expresidiario, ladrón o nueve dedos (porque perdió un meñique en un accidente laboral), es constante. Y está intercalado por imágenes de sus actividades presidenciales y electorales, de supuestas noticias, de invitaciones a sumarse a los próximos mítines… o de comentarios particulares. Como este de un tal Zeonpinheiro: “Estoy desanimado, son tantas las pruebas de que van a cometer un fraude en las elecciones ¡y nadie hace nada!”, haciéndose eco de una falsedad.

Brasil vota dentro de tres semanas para elegir presidente, gobernadores, renovar la Cámara de Diputados y parte del Senado. Mientras las encuestas electorales tradicionales dan ventaja a Lula desde el mismo inicio de esta carrera a la Presidencia (está a 11 puntos), en redes su desventaja es evidente: Bolsonaro suma 43 millones de seguidores en Internet, el triple de los que tiene Lula. Son más, y mucho más activos. A veces da la sensación de que la campaña en redes una guerra en la que un bando ha adoptado la táctica de guerrilla urbana mientras el otro se mueve como un ejército clásico. Las autoridades electorales se han aliado con las empresas tecnológicas en el arduo empeño de que la contienda digital se someta a las reglas más básicas.

El Netflix metido en la campaña

La batalla incluye webs antagónicas inspiradas en Netflix. Bolsoflix promete “los mejores vídeos antiBolsonaro para disparar en las redes” mientras Lulaflix, creada por la campaña del mandatario, según Folha de S. Paulo, se presenta como el lugar para “conocer la verdad sobre el expresidiario”.

Es un universo inmenso que vive, desde hace meses, una actividad frenética de la que participan decenas de millones de internautas brasileños que pasan horas y horas enganchados, revisando las últimas novedades políticas en su red favorita mientras los favoritos a ganar las elecciones intercambian acusaciones de calibre grueso.

Telegram, Facebook, Youtube, WhatsApp o TikTok son, por ejemplo, las principales cajas de resonancia de las teorías conspiratorias que Bolsonaro difunde sin pruebas sobre las urnas electrónicas. Pero son también—tanto para él como para Lula— un espacio para arengar a los más fieles y mantener las filas prietas. Los equipos de todos los candidatos han hecho grandes inversiones en la campaña en redes, sea para presumir de logros, atacar a los adversarios o agitar el miedo a la victoria del contrario.

El favorito Lula

Preocupado con las fake news, como ha dejado claro en varios de sus mítines. Ya ha acudido a los tribunales en un intento de frenar la desinformación. Circula de móvil en móvil la idea, agitada por el bolsonarismo, de que si el izquierdista gana por tercera vez las elecciones, cerrará iglesias, una acusación especialmente sensible en un país conservador donde las mentiras circulan veloces y para millones de personas su principal fuente de información son los mensajes de WhatsApp de sus allegados o lo que ven en redes. Entre los que contribuyen a agitar el miedo sobre Lula y las iglesias están el primogénito del presidente, el senador Flávio Bolsonaro y otros destacados aliados de su padre. Los desmentidos de Lula no han logrado desacreditar la mentira.

El Partido de los Trabajadores ya sufrió en sus carnes hace cuatro años las secuelas de otra mentira. Manipulando los planes para educar en igualdad y contra la homofobia en ls escuelas, Bolsonaro convenció a millones de personas de que un Gobierno progresista enseñaría a los escolares a ser gays. No era verdad, pero poco importó. Cumplió su misión. Ahora, Lula ha creado un clip de 30 segundos titulado ‘No creas en fantasmas’ para intentar desmentir la falta de historia sobre las iglesias.

Al bolsonarismo se le nota comodísimo en Internet. Es su hábitat. La inesperada victoria electoral del ultraderechista —un diputado mediocre nostálgico de la dictadura con un discurso antipolítica— hace cuatro años germinó allí. Desde que puso la vista en la Presidencia de Brasil, Bolsonaro es un candidato digital, mientras que Lula fue hasta hace nada más bien analógico.

A medida que la campaña ha ido entrando en la fase crucial, el equipo de Lula y sus seguidores se manejan con mayor desenvoltura en el mundo virtual. El expresidente logró que otro candidato, el diputado federal con más seguidores en redes, André Janones, de 38 años, renunciara a su candidatura y se sumara a su campaña. Janones arenga a sus más de 11 millones de seguidores con un estilo agresivo que parece imitar al clan Bolsonaro.

El diario Folha de S.Paulo informaba hace unos días de que “Lula ha roto la hegemonía de Bolsonaro en YouTube y TikTok”. Ese mismo día, el periódico Estadão titulaba: “Lula supera a Bolsonaro en anuncios en Google e invierte 1,3 millones de reales solo en YouTube”. Eso son 250.000 dólares. Los grupos de seguidores de Lula emulan a menudo ese ambiente de paz y amor que el expresidente predica en sus discursos. El mensaje viene a ser, si quiere que Brasil vuelva a los felices años de principios de este siglo, vote por Lula. Él, como el actual mandatario, se presenta como un hombre del pueblo. Por ejemplo, un vídeo de TikTok, que luego migró a otras redes, le muestra recordando con ojos vidriosos su dura infancia: “Yo viví en un cuarto con cocina y 13 personas. Así que, tengo conciencia de lo que este pueblo está pasando”.

En cualquier caso, la ventaja de Bolsonaro es enorme en el mundo digital. El presidente se mudó a Telegram en cuanto Twitter suspendió la cuenta del expresidente estadounidense Donald Trump porque sus normas son más laxas que las de la mayoría de las plataformas. Tiene un canal con 1,3 millones de seguidores donde va colgando los éxitos de su Gobierno; la pelea en el barro se la deja a sus hijos, aliados o seguidores, agrupados en canales con hasta 60.000 suscritos.

Miles de internautas no solo observan sino que crean, espontáneamente o no, contenido que las campañas u otros usuarios hacer circular. Y lo crean a una velocidad que deja atónitos hasta a especialistas. “Estoy alucinado con la velocidad de la industria del meme”, confesaba a sus 15.700 seguidores en Twitter un investigador en Inteligencia artificial. Bajo la frase, una imagen que bromeaba con la afición a las armas del presidente (y el gesto de disparar, que ha convertido en su marca) y un comentario que hizo sobre su supuesta potencia sexual durante un discurso el día de la independencia. Al lado, su esposa, Michelle.

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