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«La plata esta en la calle, hay que sudársela, y buscarla», los venezolanos definitivamente somos resilientes, basta con irse en una mañana de esas que el sol esta bien caliente al Mercado viejo de Maturín, y confundirse con los que allí venden, sentarse a conversar con ellos, escucharlos y constatar que su valor es fuerte, están hechos de un componente de lucha que deja pequeño a cualquiera, entreviste a seis, solo dos mujeres, los nombres son ficticios no quieren ser identificados.
Las mujeres dejan sus hogares, la calle las lleva a que los hijos queden en manos de la hija mayor, como es el caso de Adelaida, madre de seis hijos, ella vende cambures , limones y naranja. Su edad es impredecible pudiera tener 36 a 37 años, curtida por el sol, siempre estuvo en su casa de ama de casa, pero hace ocho años le toco y lo asumió. Llega al mercado como a las 6 de la mañana como todos los demás y allí permanece hasta las 3 de la tarde. Días malos y días buenos, a veces puede llevarse para la casa unos diez dólares «la comida, que más con seis muchachos te puedes imaginar», «Limones, cambures» su estribillo para acaparar la atención de la gente. «Yo no ando pendientes de esos bonos, si llegan , llegaron y si no llegan no me importa, mi vida esta aquí en los limones y cambures que venda».
A su lado un hombre alto vende queso, dice Javier que puedes ganar 15 y hasta 20 dólares al día, tienes que pagar los cinco bolívares a la Alcaldía para los gastos de limpieza. «Este no es mi único rebusque en las noches vendo hamburguesas en un puesto, porque a mi casa no va a llegar el dinero en los bonos, de eso no voy a mantener a mi familia, eso es un paliativo y nada más, hay que buscar la plata en la calle»
Del otro lado una mujer de 54 años que confiesa le falta un año para la jubilación vende todo tipo de productos, la ganancia 20 dólares, ella toda la vida trabajando y haciendo limpieza en las casas, «deje mis manos en la casa de otros y me canse de lavar baños, de trapear, de servir mesas y me puse a vender hace dos años, lo que me dieron lo invertí en productos y aquí estoy vendiendo, 20 dólares en los buenos días, esto es mío, es mi pequeño negocio y ya no tengo que aceptar ordenes de nadie, aquí estoy, hasta me alegro de los cuentos de mis compañeros, esto es mío, desde que llevo sol, recobre el sentido de ser yo»
«Y que porque es año electoral…» con esta frase comenzó la conversación con un vendedor de dulces y galletas, Martin «, mis ventas han bajado en un 25% desde que me sacaron de la calle principal para una paralela, a mi que me puede importar que sea un año electoral, no he botado, ni creo en los partidos, ni mendingo los bonos del gobierno, que cobren los 5 dólares para el mantenimiento me parece bien hasta pudiera ser mas, pero eso de año electoral, eso no es conmigo, esa excusa no me la calo»
Andrés tiene 23 años, moreno, ojos claros, y es entretenido, una sonrisa rápida y un buen vendedor, estudio hasta tercer año » no se que hubiera estudiado, ni que pasaría con mi vida, si todo el tiempo vendí queso, hubo que salir a la calle a trabajar y lo hice, achantado no puedo lograr nada, los domingos estoy haciendo un curso de barbero porque entiendo que todo el tiempo no estaré vendiendo queso, pero estudiar, eso no es para el pobre, lo de nosotros es la calle, eso si honesto, nada de delinquir, eso si que no, pero en el barrio eso es lo que muchos agarran».
Luis agarra fuerte sus bolsitas con los aliños, 22 años «me gradué de bachiller, pero como pensar en estudiar, había que trabajar, buscar los reales y si en la calle es donde se consiguen sin robar, ni echarse a perder, pues para la calle, los reales están hechos solo hay que buscarlos, yo no tengo ni siquiera carnet de la patria, lo mío son mis aliños y los que pueda vender en el día.
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