Muchos ignoran que en la Edad Media lo sagrado y lo profano se muestran a la par, como anverso y reverso de una moneda. La cordura se presentaba con su complementario natural: la locura, la segunda naturaleza humana. De tal manera que en todas las ciudades hay «un loco», o «una loca» que inunda nuestra cotidianidad, que la vemos como cualquier otro elemento de la urbe, nadie intenta que dejen de estar, como que nos acostumbramos a tenerlos y algunos se confunden con el decorado poblacional.
Una de ellas, es una mujer, morena, corpulenta, con una voz fuerte, se desliza tranquilamente por Maturín. Los desnudos de locas que eran habituales en nuestra ciudad desaparecieron, algunos tan conocidos como Angélica, que cantaba muy bien, nuestra corpulenta morena por el contrario nunca ha estado desnuda, debe tener entre 50 y 60 años, lo que sí es notorio es que está enferma, sus pies están hinchados y sobre ella hay todo un mundo de
rumores, de teorías que intentan acercarse a aquel mundo que por la locura, o por la condición de calle se perdió.
Hay literatura en cantidad sobre este tema y películas como la Historia Interminable de Michael Ende, la más famosa figura de un loco es El Jonker en la saga de Batman magistralmente interpretada por Jared Leto, César Romero, Jack Nicholson, Joaquin Phoenix y Heath Ledger.
¿Quién es ella?
Algunos dicen que era profesora de la Universidad Bolivariana, que cobra por el Banco Bicentenario, que su familia es de La Manga, rumores seguramente que forman parte de una ciudad donde a pesar de tener un millón de habitantes, de tener colapsados casi todas sus infraestructuras de salud y educación porque es la tercera ciudad en Venezuela que más ha crecido, casi todo el mundo se conoce.
Hay locos que se hacen famosos, como que nos acostumbramos a ella y aún cuando donde no haya por lo menos un loco que no se haga famoso, esto va en contra de lo que se quiere hacer de Maturín.
«Los locos» ¡los otros!
Somos racistas en la lástima, con el color de la piel del que pierde el juico, se volvió loco. En la pena que se tiene al otro hasta que no se determina a que se debe su estado.
Reivindico por lo menos al de esta conocida “loca”. No existe un inventario visual, de los que caminan las calles, los que van calle arriba, calle abajo, algunos se los ha llevado este tiempo de sombra, de incertidumbre.
Si algo consiguen los locos de las calles, contrario a los que se hacen los “locos”, es que ya no le parten el alma a nadie. Ellos las tienen partida (no se sabe en cuanto), al igual que el que los mira y cuando se les acerca instintivamente se les esquiva o ellos nos esquivan a nosotros.
Ellos saben de los que somos capaces de hacer y hemos hecho con ellos. Por supuesto que me refiero a los sanos, a los que no hemos perdido el juicio como consecuencia de lo económico, social, político pasional, etc., aún sin el análisis médico.
«Los locos» cansan, imagínense los cuerdos. ¿A quién culpar del deambular de los insanos mentales en nuestras calles? ¿A los familiares? ¿Al Estado? Que no se culpe a nadie. En los pueblos se sabe la procedencia familiar del que pierde el juicio o se hace el “loco” y nunca dejan de tener una historia que les anteceda y les preceda a sus vidas itinerantes de las calles, como la de esta mujer que con sus pies hinchados recorre las calles de Maturín.
Los locos de estos tiempos no tienen el privilegio de las épocas de antaño, algunos locos debieron procrear. El loco, por ejemplo de la antigua Grecia se le atribuía ser un vidente, el adivino del porvenir, imagínense. Todas las civilizaciones, por la razón que sea que se haya perdido el juicio, pasaba a ser alguien que debía ponérsele caso, ya que estando cuerdo no se les ponía, pobre de los cuerdos con: “De poetas y de locos todos tenemos un poco” ).
Volviendo a los insanos de nuestra ciudad y por si alguien no se ha dado cuenta, esta mujer que acapara mi atención y curiosidad también tiene sus lugares preferidos. El centro cual sea la razón, le encanta esa zona, yo digo que en cierta forma se siente segura y todo el mundo la conoce.
Parece que la libertad sin aspirar a nada o aspirar demasiado, por cuestiones de juicio, tiene algo que le favorece. Me refiero también a los que se hacen los “locos”, sepan que no hay más gente más idiota que la que se hace la “loca” y la ignoran.
La vida es una gran protectora de los que tienen juicio de más como de los que tienen de menos, el tiempo camina hacia adelante y a veces como el cangrejo para determinadas acciones de nuestras vidas, tanto públicas como privadas. No puedo ser indiferente a su voz ronca, a sus manías de recortar bolsas plásticas de papel. En alguna parte esta esa cordura que por algo se perdió hubo una madre, o una hermana, un alguien.
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