“No se consigue trabajo”; es lo primero que alegan quienes se han visto en la necesidad de cantar, improvisar rimas o vender cualquier tipo de golosinas en las unidades de transporte público en la capital del estado Monagas.
Según relatan los usuarios, la presencia de los vendedores es más notoria en comparación a seis meses atrás, para algunos son momentos de risas con aquellos que utilizan la improvisación como forma de ganarse la vida; sin embargo, para otros es incómodo el escuchar el relato una y otra vez de personas con la historia del familiar hospitalizado, y más aún si es a pleno mediodía.
La situación se puede tornar interesante o preocupante, según cada persona, cuando el vendedor relata que estuvo detenido en algún centro penitencial por asesinar o haber cometido otros delitos graves y posteriormente ofrecer el producto.
La edad y el género no es impedimento para quienes ha optado por este trabajo. Con frecuencia se observa a niños, adolescentes y adultos abordar los autobuses y ofrecer sus mercancías.
Los vendedores ambulantes son una parte importante de las ciudades y las economías urbanas. Distribuyen mercancías o servicios y ofrecen a los consumidores opciones de venta a “precios accesibles”.
Ramón Tineo, lleva más de dos años vendiendo chocolates, esos que ofertan a “cuatro por mil”; según lo narrado por él, se vio obligado a recurrir a esa forma de trabajo ante la necesidad de llevar el alimento para su casa donde tiene un niño de siete y otro de cuatro años de edad.
“La mayoría de las veces nos ven con mala cara y entiendo que pueda resultar incómodo que ahorita se monte uno, luego otro y a los cinco minutos alguien más a vender, sin embargo, lo hacemos con la conciencia tranquila que estamos trabajando y no cometiendo un delito”, afirmó.
Otra que hace los mismo es Miladis Marchán, la joven vendedora aseguró, “alguien que me diga donde ahorita están ofreciendo trabajo que no sean los comerciantes asiáticos, y sonará feo lo que diré pero yo no voy a ser esclava de nadie, vendiendo los caramelos fijo mi horario y obtengo mi ganancia cómodamente”.
Edgar Torribilla, maneja un autobús del transporte público identificado con el “1 UDO”, su ruta comprende desde El Silencio de Campo Alegre, en la parroquia Las Cocuizas, pasando por el Centro de Maturín hasta llegar a Los Guaritos, “durante este trayecto permito que se monten tres personas que yo conozco y sé que tienen la necesidad y por eso están vendiendo de esa forma, pero es uno como responsable de la unidad, quien tiene la potestad de dejarlos subir o no”.
El transportista dejó claro que adicionalmente sabe que a los usuarios eso les incomoda, “muchos se molestan conmigo porque no los dejo subir, pero deben entender que el autobús no es un mercado”.
Carlos Pereira es otro de los transportistas en la ciudad de Maturín que permite el acceso de los vendedores a su unidad. En el caso de Pereira, cubre la ruta con destino a Floresta.
“Mientras se ganen la vida decentemente no tengo problemas, eso los puede ayudar a correr con suerte y que algún pasajero les ofrezca limpiar una casa o algún otro trabajo, uno nunca sabe”, acotó.
Lo que sí es cierto es que, los vendedores ambulantes nunca desaparecerán, ellos forman parte de la identidad de una ciudad, sin embargo se hace necesario dinamizar la economía local que genere puestos de empleos y contribuya a minimizar su presencia en las unidades de transporte público.
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