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Han pasado casi 30 años desde que Tovar, un pequeño, pero próspero municipio del estado Mérida, le regaló un ídolo a Venezuela, un pelotero fuera de serie, que acabó con el mito de que a los “gochos” solo los mueve el balompié. Ese muchacho, Johan Santana, de más de un metro 80, piel morena y voz tenue, hoy es un inmortal de la pelota venezolana.
Su exaltación, la única forma que tiene el deporte de mantener vivas a sus leyendas en el afán desesperado de inspirar a otros con el ejemplo correcto, se celebró el domingo. Él y Melvin Mora, amigo, compañero y cómplice de la vida, conforman la Clase 2022 del Museo y Salón de la Fama del Beisbol Venezolano. Una dupla que habla de resiliencia y es experta en desafiar estereotipos.
“Los sueños, cuando los llevas en el corazón (siempre) se pueden lograr… Yo, un gochito que salió de Tovar en el año 95, llegué a Valencia y a la organización de los Astros de Houston con el sueño de ser un jugador de béisbol en el mejor béisbol del mundo, (lo logré)… A lo mejor estoy un poquito emocional, pero es parte del proceso, no todo el tiempo se tiene la oportunidad de ser exaltado a un Salón de la Fama”, dijo Santana, al borde de las lágrimas, luego de revelar el óleo que lo hará eterno en el templo de los inmortales.
“Para mí es un gran honor ser venezolano, cuando yo tomaba el terreno no pensaba solo en mí o en mi familia, pensaba en Venezuela sabía la responsabilidad que tenía… Creo que no los defraudé, traté de hacerlo lo mejor que pude”, consideró “El Gocho”, catalogado por el mundo como el pitcher más dominante de las Grandes Ligas entre 2004 y 2008.
Eran afirmaciones, no preguntas, pero su familia, más o menos 30 personas -que alquilaron un autobús y viajaron de Tovar a Valencia para acompañarlo-, Melvin Mora, los invitados presentes y la prensa le dieron una respuesta contundente: en este país solo dejaste orgullo y agradecimientos.
Al echar la mirada hacia atrás hay muchas estadísticas y trofeos que avalan la exaltación de Johan Santana, el zurdo que no descansó hasta desarrollar un pitcheo capaz de doblegar a propios y extraños, un cambio indescifrable. Aquel que sacó el máximo provecho a la oportunidad que le regaló la vida al ser electo por el Draft de Regla 5 en el año 1999.
El único venezolano con dos Premios Cy Young (2004-2006) y una Triple Corona (2006), ganador además de un Guante de Oro (2006), tres veces líder de efectividad y en cuatro ocasiones nominado al All Star.
Y es que, en honor a la verdad, para el 2008 Johan Santana era lo que para 2013 fue Miguel Cabrera o lo que es ahora mismo Ronald Acuña Jr. La cara de la legión criolla. Un jovencito que lo había ganado todo y lucía imparable. Cuatro años que parecieron una década de glorias.
En su caso la suerte o los caprichos del béisbol jugaron en su contra y lo obligaron a decir adiós antes de tiempo. Durante años hubo más preguntas que respuestas, pero ahora solo está la satisfacción de haber dejado el alma en el terreno.
“Lamentablemente las lesiones no me dejaron seguir, pero tengan la plena seguridad de que cada vez que yo salía al terreno lo hacía con orgullo y responsabilidad”, insistió el también inmortal de los Mellizos de Minnesota y los Navegantes del Magallanes.
“Me enorgullece ser una prueba de que los logros se consiguen con esfuerzo y con trabajo… A todos los jóvenes (quiero pedirles) que nunca desistan de sus sueños, de querer ser grandes, porque ahí es donde está la clave”, consideró quien lanzó en el mejor beisbol del mundo 360 juegos y 2025.2 innings.
“No importa que tan bueno seas, siempre ten en mente que puedes ser mejor, si siempre tienes eso en mente, nunca te vas a cansar”, insistió “El Gocho”.
Luego de perderse todo el 2011 por una cirugía que reparó el desgarre en la cápsula anterior del hombro, Johan Santana reapareció en 2012 y -contra todo pronóstico- hizo historia al lanzar un No-Hitter con los Mets de New York. Pero esa primera gran hazaña para el pitcheo metropolitano, fue la última en la carrera del venezolano.
En aquella maratónica jornada, el primero de junio de 2012 ante los Cardenales de San Luis, el zurdo hizo 134 lanzamientos y para muchos esa exigente labor aceleró su salida. Pero él está convencido de que no fue así, admitió -de hecho- que nunca se sintió al 100% luego de su última operación y sabía que ese día tenía una gran oportunidad de hacer historia, quizás la última.
“No fue ese juego, la verdad yo venía trayendo cosas que no se sentían bien… Ese día tenía la oportunidad de hacer algo histórico y la aproveché. El manager me dijo que era su héroe y eso es uno de los mejores momentos de mi carrera”, recordó Santana con la serenidad que lo ha caracterizado desde que irrumpió en el beisbol con Magallanes en 1998.
“Una vez cuando era novato un coach me dijo: controla la situación y no dejes que la situación te controle. Entendí -como lanzador- que nada pasa hasta que lanzas la pelota, hay que arriesgarse”, concluyó.
Y así es. Como resultado de todas las veces que se arriesgó, de todos los mitos que desmontó y de todas las nuevas ilusiones que sembró, hoy por hoy se le puede llamar leyenda y se le ha entregado la promesa de que en Valencia siempre se contará su historia.
Los éxitos de un gocho, que conquistó al mejor beisbol del mundo. Noble, pero exigente, correcto y soñador.
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