Aunque para muchas mujeres la edad es un secreto, la maestra Inés Vívenes, no tiene problemas en decir que próximamente cumplirá 62 años de vida, de los cuales 26 los dedicó en cuerpo y alma a un salón de clase con una matrícula estudiantil que nunca bajó de 40 alumnos en cada año escolar.
En las comunidades de Aragua de Maturín y Aparicio, del municipio Piar, la recuerdan con gran afecto, como esa educadora que aunque baja en tamaño, posee un corazón inmenso y una vocación a la enseñanza que la hace diferente a las demás. Su vida profesional la inició a muy temprana edad, siempre tuvo claro cuál era su misión en esta vida: ser maestra.
La escuela “Matías Núñez”, de Aparicio, le abrió las puertas y luego de tres años de servicio pasó a la escuela “Cacique Taguay” de Aragua de Maturín donde fue maestra de diversos grados y llegó a ser la subdirectora del referido plantel hasta el día que decidió retirarse. “Siempre me gustaron los niños y por eso estudié educación, Dios me dio el don de la enseñanza y se lo retribuí dando lo mejor de mí en un aula”, asegura.
Para la maestra Inés, la educación debe ser lo fundamental y prioritario en una nación, de ella dependerá su progreso y crecimiento en todos los ámbitos por lo que se hace solidaria con las luchas que actualmente mantienen sus colegas.
“Siempre se ha luchado por obtener lo poco que nos han dado pero últimamente mis colegas se han visto muy afectados. No se justifica que un maestro no tenga para comprar unos zapatos o que se encuentre en un salón de clases y tenga la mente en su casa porque sabe que no dejó nada para comer. La educación es lo más importante, y fundamental que debe tener una nación, si los gobierno valoraran la importancia que tiene la educación este país no estuviera como está”, afirmó la educadora con un tono sereno pero firme.
Asimismo, prosiguió “sin maestros no hay médicos, abogados, periodistas, administradores, arquitectos y demás profesionales; la educación debe ser la prioridad en un país y en el nuestro lamentablemente ha quedado de última”.
La educadora está clara que los tiempos han cambiado y la educación no escapa a esas grandes transformaciones, por lo que invita a sus colegas maestros a transmitir la enseñanza, no de cabeza a cabeza,sino de corazón a corazón, “veo con tristeza como muchos docentes están desapegados a su vocación y eso no debe ser, los verdaderos maestros nos convertimos en otros padres para todos nuestros alumnos”.
Para la maestra Inés, no existe satisfacción mayor que ver a quienes fueron sus alumnos convertidos en grandes profesionales, “cuando eso ocurre el alma se llena porque sé que en ese muchacho tengo un granito de arena colocado”.
Vívenes destaca que es imposible cuantificar la cantidad de vivencias de un salón de clases y mucho menos cuando en su vida como docente de aula logró educar a más de mil alumnos, sin embargo, recuerda con mucho afecto y con los ojos “aguarapaos” muchos de esos momentos que le sirvieron para forjarse como maestra.
Aunque en la actualidad no se dedica a la docencia activa en una escuela, ese rol lo ejerce con los nietos y asegura que “la educación es la profesión más bella que puede existir aun con todas las dificultades y problemáticas. Los maestros debemos ponernos la mano en el corazón y desde allí transmitir la educación”.