
A casi tres décadas de aquel 10 de febrero de 1996, Venezuela sigue recordando con emoción y reverencia la visita del Papa Juan Pablo II al Santuario Nacional Nuestra Señora de Coromoto, ubicado en Guanare, Portuguesa.
Fue un día que marcó profundamente la historia espiritual del país, no solo por la presencia del Pontífice, sino por el acto litúrgico que consagró oficialmente el templo mariano construido en el lugar de la segunda aparición de la Patrona de Venezuela.
La visita del Santo Padre coincidió con su segunda gira apostólica por Venezuela, y el Santuario de Guanare fue uno de los puntos más esperados del itinerario.

Desde semanas antes, la ciudad se preparó para recibir al Pontífice con bastante organización: seguridad reforzada, acondicionamiento de la ruta, organización de delegaciones eclesiásticas y civiles, y una programación espiritual que incluyó vigilias, cantos y jornadas de oración.
El 10 de febrero amaneció con miles de peregrinos ya reunidos en los alrededores del Santuario. Algunos habían llegado desde la noche anterior, otros desde distintos estados del país, y muchos desde comunidades rurales cercanas. Las localidades estaban llenas.
A las 10:30 a.m., el helicóptero papal descendió en medio de cantos marianos y vítores. Juan Pablo II fue recibido por el entonces presidente Rafael Caldera, autoridades eclesiásticas y representantes de la comunidad local.
La misa de consagración del Santuario fue presidida por el Papa ante más de 300 mil personas. El templo, que habia empezado a construirse en 1980, fue planeado como un espacio de peregrinación nacional, en el sitio exacto donde, según dice la tradición, la Virgen se apareció por segunda vez al cacique Coromoto en 1652.

Durante la homilía, Juan Pablo II pronunció palabras que aún resuenan en la memoria colectiva: “Santa María de Coromoto acompaña la fe de los indios y los blancos, de los mestizos y los negros de la tierra venezolana.”
Con esta frase, el Pontífice reconocía el carácter inclusivo y profundamente popular de la devoción mariana en Venezuela. La Virgen de Coromoto no era solo una figura religiosa, sino un símbolo de unidad espiritual en medio de la diversidad cultural del país.
La liturgia fue acompañada por cantos litúrgicos, lecturas bíblicas y la participación del episcopado venezolano. Al concluir la misa, el Papa elevó una oración especial a la Virgen de Coromoto, que se convirtió en plegaria nacional: “Virgen y Madre nuestra de Coromoto, que siempre has preservado la fe del pueblo venezolano […] Ayuda a todos y cada uno de tus hijos e hijas, para que, con Cristo Nuestro Señor y Hermano, caminen juntos hacia el Padre, en la unidad del Espíritu Santo.”

El Santuario Nacional, el cual fue posteriormente elevado a Basílica Menor por el Papa Benedicto XVI en 2007, tiene capacidad para 2.500 personas en su interior y más de 50.000 en la explanada. Su arquitectura moderna, con líneas que evocan la elevación espiritual, se convirtió en referencia de la fe mariana en América Latina.
Desde entonces, cada 11 de septiembre, fecha de la Coronación Canónica de la Virgen en 1952, se celebra una gran jornada de fe que recuerda tanto el milagro mariano como la bendición papal.
La presencia de Juan Pablo II en Guanare no fue solo un acto protocolar. Fue una afirmación del vínculo entre el pueblo venezolano y su fe mariana. El Papa, conocido por su cercanía con las advocaciones populares, encontró en la Virgen de Coromoto una expresión viva de la religiosidad latinoamericana.
Su mensaje fue claro: la fe debe ser vivida en comunidad, con esperanza y compromiso. En un país marcado por desafíos sociales y económicos, la figura de la Virgen se presenta como consuelo y guía. Y la visita del Papa reforzó ese papel, convirtiendo el Santuario en un lugar de encuentro espiritual para creyentes de todas las edades.

Hoy, 11 de septiembre de 2025, en medio de la celebración del 73º aniversario de la coronación canónica, el recuerdo de ese 1996 vuelve con fuerza.
Las caravanas con la reliquia, las misas solemnes, las procesiones y los conciertos religiosos evocan no solo el fervor mariano, sino también el legado de aquel día en que el Papa caminó por Guanare.
La devoción a la Virgen de Coromoto ha trascendido fronteras. En comunidades de la diáspora venezolana, su imagen acompaña altares improvisados, celebraciones litúrgicas y encuentros comunitarios.
La oración del Papa se repite en voz baja entre quienes buscan consuelo lejos de casa. Y el Santuario, aunque distante, sigue siendo punto de referencia espiritual.
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