Gustavo Cerati llegó a Caracas para cerrar su gira Fuerza Natural. Después, sufrió el ACV que lo llevó a una larga agonía y finalmente a su muerte hace diez años. Algunos periodistas y presentes recuerdan ese fatídico show: el canto final de una figura irrepetible en la escena hispanohablante.
Fue el último concierto de su existencia. Su canto final y definitivo. Aunque, naturalmente, ni él ni nadie lo sabía.
Su aterrizaje en la capital venezolana era proveniente desde Bogotá y bajo el cansancio habitual que arroja una agenda repartida entre aeropuertos, hoteles, comidas rápidas, saludos de fans y shows todas las semanas. Sin embargo, varios medios continentales especularon en su momento que durante esa jornada el argentino había decidido salir a divertirse en la noche caraqueña, lo que eventualmente habría incidido en su estado de salud.
¿El lugar? El club Moulin Rouge, situado en el sector de Sabana Grande. Pero el medio venezolano El Estímulo realizó años después una extensa investigación donde desmintió que Cerati se haya ido de juerga 24 horas antes del recital: ni los propietarios de ese recinto ni los DJs de esa noche vieron al ex Soda Stereo entre los asistentes. Por tanto, el cantautor se había resguardado en su hotel para recuperar energías.
“Sin embargo, el aspecto de Cerati al día siguiente, el día del recital, era el de, como mínimo, un evidente trasnocho. Independientemente de que sea cierto que no salió a la calle de juerga. Se presentó, como estaba pautado, pasada la hora del almuerzo, a la USB, en la zona del concierto. Tenía pendiente concluir el “meet and greet”: encuentro organizado por Evenpro en el que Cerati junto a los ganadores de un concurso de Twitter se tomaría fotos y repartiría autógrafos. Luego efectuaría la correspondiente prueba de sonido”, describe el reportaje de El Estímulo.
Según los reportes de esos días y varios entrevistados, la actitud del artista fue normal y sin señales que alertaran de un desenlace fatídico. Sus músicos han comentado que se mostró muy simpático y afable con los ganadores del concurso, que repartió fotos, saludos, comentarios triviales, un “vamos a romper el hielo” para poder iniciar la sesión y hasta aceptó un poema de una emocionada seguidora que rompió en llanto al mirarlo de cerca.
En la prueba de sonido posterior, todo marchó sin contratiempos. Eso sí, la periodista Herminia Fernández, citada por la web de El Estímulo, cuenta que el guitarrista hizo un comentario irrelevante que con los años adquirió un significado mayúsculo: aseguró que no se sentía muy bien y que estaba resfriado.
William Padrón, del diario El Universal comenta que Cerati estaba jocoso, hizo bromas, estaba bebiendo y fumando en la tarima, admiraba el paisaje que allí en la Universidad Simón Bolívar es frío , alejado de la ciudad, con arboles de pino alrededor. El evento se extendió por 24 canciones, lo esperable en su repertorio, con pasajes solistas como Déjà vu, Te llevo para que me lleves y Crimen, hasta clásicos como Trátame suavemente, dejando para el cierre Lago en el cielo.
Después, bajar a camarines para relajarse y sentir que la faena de un tour completo ya era misión cumplida. Ahí, los planes eran dos: una cena de todo el staff, Cerati incluido; y posteriormente ir a una fiesta en el restaurante Atlantique, de Caracas. El cantante también estaba invitado.
El guitarrista Richard Coleman, presente durante ese momento, recordó en 2010 a Clarín: “Habíamos tenido un show excelente. Después, nos fuimos a camerinos, nos cambiamos, cenamos y recibimos visitas. Todo en el transcurso de una hora y media. Como era el último show de esa etapa de la gira, nos sacamos una foto con el equipo. Gustavo estaba con cara de cansado. Después, él volvió al camerino y se quedó solo.
Al rato, tuvo una isquemia. Perdió el control sobre la mano y el brazo, y fue socorrido por alguien del equipo. En los pasillos, encontré un movimiento muy raro. Adrián Taverna me miró con una cara de que algo malo había pasado. Llegaron los paramédicos y le controlaron la presión. La camilla se lo llevó consciente y crucé miradas con él. Tomó un tiempo disolver por completo la atmósfera de celebración que aún imperaba”.
El hombre de Prófugos fue trasladado de inmediato en ambulancia al Centro Médico Docente la Trinidad. El camarín en el estadio fue desalojado, nadie quería que la situación llegara a oídos de los curiosos o de la prensa.
Al llegar al recinto médico, tropezaron con otro problema que hasta hoy es recordado como un terrible infortunio por el equipo del músico: en esa zona urbana, se había cortado la luz. Un apagón cubría todo el sector.
Así lo confirma Juan Morris, periodista y escritor argentino, autor del libro Cerati, la biografía. Además, agrega que en la jornada siguiente, el domingo 16, el ex Soda se despertó confundido y consciente de que enfrentaba una situación de altísima complejidad.
Así lo describe en su texto: “Al día siguiente, Gustavo se despertó en la clínica consciente pero confundido. El sueño no había tenido su efecto reparador y después de unas horas de inconsciencia se sintió, por primera vez, en un cuerpo que no le respondía del todo. No podía hablar y su costado derecho estaba entumecido, como si sus funciones cerebrales estuvieran replegándose de una parte de su cuerpo”.
“Se tocaba el brazo, lo agarraba y lo levantaba sin conseguir que se moviera. Un rato después se puso a golpear la baranda de la cama con la mano izquierda con un ritmo fastidiado, lleno de impotencia. En un momento, se sentó en la cama y trató de levantarse, pero tenía varias cánulas conectadas, así que Adrián Taverna tuvo que ayudarlo a caminar esos dos metros hasta el baño. Cuando entró, se vio en el espejo, se quedó quieto y empezó a tocarse la cara, extrañado. Lo miró a Taverna a través del espejo y después volvió a mirarse”.
“La comisura derecha de la boca se le había dormido y le daba un rictus de rigidez al lado derecho de su rostro. Su cara ya no era del todo su cara”.
Comprobó que no podía escribir, sus capacidades eran muy pocas.Ese mismo día lunes, los médicos confirmaron que había sufrido un ACV, que su cerebro se había inflamado a tal nivel que estaba haciendo una presión intolerable contra el cráneo y que había que operarlo de urgencia. Su familia llegó al otro día desde Buenos Aires.
El martes 18, Latinoamérica completa ya sabía que uno de los mayores héroes del rock en nuestro idioma estaba contra el tiempo, en una abrupta batalla entre la vida y la muerte. A partir de ahí empezó una larga agonía que culminó muchos años después, hace una década, el 4 de septiembre de 2014, cuando finalmente falleció.
William Padrón, presente en ese último show que lo inició todo, hoy se queda con una postal que adquiere un simbolismo tan bello como significativo: “Creo que me quedó grabado eso de que, al mirar los pinos del lugar del concierto, la naturaleza del sitio, el aire libre, él dijera algo así como: ‘Aquí podría morir en paz’”.
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