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La Navidad de antes, cuando la familia llenaba la casa y el corazón

Aunque la mesa no esté completa y la alegría sea más serena, el verdadero regalo sigue intacto

Lixett Santil
Redactado por: Lixett Santil
Publicado:27 diciembre, 20258:07 am
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La Navidad de antes, cuando la familia llenaba la casa y el corazón

La Navidad solía anunciarse con ruido, colores y abrazos largos. Era el tiempo en que la familia se reunía sin prisas, alrededor de una mesa generosa, donde el aroma de los platos tradicionales se mezclaba con risas, cuentos repetidos y la certeza de estar completos.

Hoy, esa escena parece lejana. En muchos hogares, la Navidad llega envuelta en silencio y recuerdos. Las sillas vacías pesan más que los adornos, y cada ausencia habla sin palabras de familiares que ya no están o que ahora celebran lejos, en otras tierras pero siempre presentes en el corazón.

Los días previos, antes cargados de expectativa, transcurren con una nostalgia suave pero constante. La mesa ya no rebosa de voces; queda el eco de quienes crecieron allí, de los niños que hoy son adultos y miran atrás con añoranza, preguntándose en qué momento la algarabía se volvió recuerdo.

Los abuelos, guardianes de historias y afectos, ya no ocupan su lugar. No están sus consejos ni sus risas, pero su presencia persiste en cada gesto aprendido, en cada tradición que se resiste a desaparecer. Su ausencia convierte la Navidad en un reflejo de lo frágil y efímera que es la vida.

También la ciudad ha cambiado. Las calles que vibraban con gaitas y encuentros hoy lucen más calladas. Los fuegos artificiales que iluminaban la madrugada son ahora un recuerdo distante. Antes, a las cuatro de la mañana, la fiesta seguía viva; hoy, pasada la medianoche, el silencio se impone.

Los vecinos ya no se congregan como antes, los abrazos se han reducido y el espíritu comunitario parece diluirse con el tiempo. Cada costumbre se siente como un hilo que intenta unir el presente con un pasado que se añora profundamente.

Y aun así, la Navidad permanece. No como antes, pero sigue viva. En medio de las ausencias, la familia celebra lo que queda, el amor que resiste la distancia, la memoria que abriga, la esperanza que se niega a apagarse.

Aunque la mesa no esté completa y la alegría sea más serena, el verdadero regalo sigue intacto. Porque mientras exista el recuerdo y el afecto, la Navidad seguirá encontrando un lugar en el corazón de quienes aprendieron a celebrarla en familia.

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