El 23 de enero de 1958 marcó un momento histórico para Venezuela, la caída de Marcos Pérez Jiménez. Este día significó el fin de casi una década, caracterizada por la represión, la censura y la presunta violación de los derechos humanos.
Este día no solo significó el fin de una etapa, sino también la lucha sostenida de diversos sectores de la sociedad, movimientos estudiantiles, partidos políticos, sindicatos y militares disidentes que se unieron para restablecer la democracia en el país, y en ese sentido, se ha convertido en un símbolo de resistencia, esperanza y compromiso de la población venezolana con los valores de la democracia y de la libertad.
Ese día comenzó tan abruptamente como los anteriores para los caraqueños, en especial aquellos que vivían en el este de la capital venezolana.
Un inusual estruendo mecánico sacó a más de uno de la cama, pero la oscuridad de la noche hizo difícil identificar la causa. Hubo que esperar hasta el amanecer para esclarecer lo ocurrido.
«Cayó el general Marcos Pérez Jiménez», «Liquidada la tiranía» o «Huyó al extranjero».
Con esos titulares los diarios dieron cuenta de lo ocurrido horas antes.
«Los miembros del Estado Mayor le dijeron a Pérez Jiménez: ‘Usted debe irse, pero le daremos las condiciones para que se vaya'», le dijo a BBC Mundo Luis Buttó, profesor jubilado de Historia de la Universidad Simón Bolívar de Caracas.
«La intención de quienes lo depusieron fue negociar con él su salida del país, porque si no, le hubieran hecho lo mismo que él le hizo al general Isaías Medina Angarita (en octubre de 1945), derrocarlo y detenerlo», agregó.
Esta opinión es compartida por José Alberto Olivar, miembro de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
«No hubo una huida furtiva ni un escape de película, todo fue parte de unos acuerdos dentro de la institución castrense para una transición ordenada, en términos militares», apuntó.
Cerca de la 1:30 de la madrugada, Pérez Jiménez y su esposa, Flor Chalbaud de Pérez, sus tres hijas y otros parientes llegaron al aeródromo militar.
La idea era abordar el avión conocido popularmente como «La vaca sagrada», un C 54 Skymaster que desde 1949 fungía como aeronave presidencial.
Al revisar «La vaca sagrada», el uniformado observó que no contaba con suficiente combustible.
Y por ello le sugirió a Pérez Jiménez utilizar uno más pequeño, algo a lo que el depuesto mandatario se negó, porque tendría que dejar a la mitad de sus acompañantes, relató el historiador Luis Heraclio Medina en su artículo «La Vaca Sagrada: mitos y realidades».
Medina aseguró que entonces Pérez Jiménez propuso volar hasta la isla de La Orchila, en el Caribe venezolano y donde mandó construir una residencia de veraneo. ¿La razón? Desde allí pedirían que les enviaran más combustible, pero Cova rechazó esa idea.
«Negativo, mi general, cuando este avión despegue usted ya no será presidente», habría dicho el piloto.
Entonces se solicitó una cisterna de combustible al cercano aeropuerto de Maiquetía y, aunque las nuevas autoridades la concedieron, la misma fue incendiada por unos exaltados.
Sin embargo, un segundo camión, que iba fuertemente custodiado, sí logró llegar hora y media después, ante la desesperación de los viajeros.
Resuelto el problema del combustible surgió un nuevo contratiempo: no había copiloto.
El mecánico que debía unirse a la tripulación se negó a subir al aparato, aunque luego apareció otro uniformado que aceptó la misión, relató Medina.
A eso de las 3 de la madrugada todos los obstáculos parecían superados, pero se presentó el último: el aeropuerto no tenía luces de balizaje; es decir, no estaba preparado para aterrizajes ni despegues nocturnos.
Para evitar que el aparato se saliera de la pista y estrellara, los autos en los que los pasajeros llegaron al lugar fueron colocados a los lados con sus luces encendidas, para así orientar al piloto, narró el exdiputado Juan José Caldera, hijo de quien luego sería dos veces presidente de Venezuela, Rafael Caldera, en su libro «Mi testimonio».
La rudimentaria solución funcionó y la aeronave despegó y puso rumbo a República Dominicana, donde Rafael Leonidas Trujillo recibió a su otrora colega.
«El avión iba sobrecargado y tuvo problemas para alzar vuelo», agregó a BBC Mundo el también historiador Edgardo Mondolfi.
En «La vaca sagrada» no solo iban Pérez Jiménez y su familia, sino otras 20 personas y sus respectivos equipajes.
Colaboradores como el también general Luis Felipe Llovera Páez, quien fuera su ministro del Interior y de Comunicaciones; y familiares de estos, figuraban entre los pasajeros.
Con el paso del tiempo algunos acólitos aseguraron que desde el Ministerio de Defensa tenían listas las baterías antiaéreas para derribar el aparato, una versión que los expertos rechazan.
«La salida de Pérez Jiménez fue negociada y prueba de ello es que hasta se pudo llevar a su suegra (…) Fue una salida apresurada, con inconvenientes y cierta dosis de dramatismo, pero no fue a volandas, porque pudo hacer una lista de quienes lo acompañarían. Cuando alguien huye esto no ocurre», indicó Buttó.
Mondolfi, por el contrario, sí cree que huyó. «Es el único presidente del siglo XX que se ha puesto en fuga (…) y lo hizo para salvarse y evitar ser apresado», opinó.
¿Pero qué causó la caída de un gobierno que hasta hacía poco lucía consolidado, que tenía a la prensa silenciada y a sus principales oponentes en el exilio, en las cárceles, atemorizados o en los sepulcros?
«Pérez Jiménez decidió saltarse su propia Constitución y en lugar de convocar elecciones presidenciales llamó a un plebiscito [celebrado el 15 de diciembre de 1957], donde se le preguntó al elector si quería prorrogarle su mandato por cinco años más», explico Olivar.
«Aquello provocó un quiebre en las Fuerzas Armadas, que era la institución que sostenía a su gobierno, porque truncó las aspiraciones de otros jefes militares que ansiaban ocupar posiciones más altas».
El hecho de que el contraalmirante Wolfang Larrazábal, entonces comandante general de la Armada y oficial de mayor antigüedad, terminara en la Jefatura del Estado reafirma la tesis del experto.
No obstante, hasta el final de sus días, Pérez Jiménez negó que hubiera sido derrocado.
Vía BBC Mundo
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