Un grupo de mujeres a pleno sol, esperan día tras día desde el sábado pasado que ingresen la comida a los 300 hombres que todavía quedan en el Internado Judicial de Oriente conocido como «La Pica». Se respira una pesada calma, las familias que mantienen sus bodeguitas, las que guardan los teléfonos, ese comercio informal que se mueve alrededor de las cárceles guardan silencio, hay incertidumbre y los comentarios van y vienen, son 135 que quedan, otros hablan de 300, las mujeres son las que llevan sobre sus hombres esa pesada carga del hijo, del esposo, del hermano que se «comió la flecha» como ellas mismas dicen.
Nadie quiere dar su nombre y las fotos se toman de espalda para resguardar su identidad. Las historias son las mismas, «tiene tres años preso y nunca lo han llevado al tribunal». Para ellas la palabra retardo procesal tiene un gran sentido, todo hay que pagarlo, «la contribución» para dejar pasar las provisiones, o para quienes han tenido la suerte de un tribunal para que su causa sea vista.
La inocencia o la culpabilidad adquiere unas dimensiones distintas cuando se entra a una cárcel venezolana, y la clasificación se determina con toda claridad, «mi hijo es un frito», se refiere a los que no son tocados por los «pranes», los que solo viven de lo que le puedan llevar cada cierto tiempo. Todo el mundo sabía que La Pica sería intervenida, y el día miércoles circulo una lista con los que fueron trasladados, la mayoría no la vio, ellas siguen esperando, muchas se preguntan si nunca fueron llevados a un tribunal como harían si eran trasladados a penales en occidente.
El olvido, la nada, la justicia es difícil de precisar para sus familiares, solo vieron desde afuera las imágenes de hombres con los torsos desnudos, estas mujeres valientemente dicen «el pranato se mudo de lugar, no ha terminado, está vigente».
En La Pica hay un pabellón de procesados militares, allí por ser miércoles paso la visita sin ningún tipo de problema. Está la carpa y el Nelson Mandela, esos presos todavía están allí, esperan lo que le diga la ministra. No hay explicación sobre los criterios de selección hechos para los traslados, las cárceles son para los sentenciados ¿Cuántos con sentencia firme hay en el país?. No hay estadísticas, el 70% están en proceso, en juicio y por eso a La Pica se le llama Internado Judicial.
Mientras las mujeres esperan pacientes con sus bolsas, un joven todo vestido de amarillo, un preso de los que conforman el proceso de mesas de rehabilitación y que tienen los privilegios de salir sale y habla con los familiares «El sábado habrá visita, hoy podrán ingresar la comida, tienen que venir con su cédula, su carnet de vacunación, franela blanca, pantalón azul y sandalia». No obstante fue claro, «esto es lo que se ha dicho que permitirán la visita el sábado salvo que venga otra orden de Caracas».
Una mujer como de sesenta años viene de Puerto La Cruz a ver a su hijo. En las bolsas se ve la mayoría productos de la bolsa del Clap, harina, arroz, aceite, sardina, jamonada, azúcar y café, algunas veces pueden ingresar proteína, un pollo, o una mortadela- «Lo que se pueda, hay que pagar el pasaje y uno trae lo que puede, total preso es preso y en la casa también tenemos que comer»
El pueblo se acostumbró a la cárcel
Los muchachos del liceo conversaban en la placita, el comercio piensa que bajarán sus ingresos, la cárcel movía las ventas. Manifiestan que La Pica estaba tranquila, atrás quedó aquella historia que no se sabe a ciencia cierta si es verdad que jugaron futbol con la cabeza de unos presos decapitados. «Eso fue hace mucho tiempo, ni siquiera sabemos si es verdad, últimamente todo estaba tranquilo, tampoco dicen haber visto a Pedro «El Rapidito», el pran es para ellos otra mentira mas». Para algunos la historia no ha terminado.
Ernestina Herrera
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