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Salud

Los secretos de la libido y una sociedad que castra el deseo sexual

A pesar de acompañarnos desde el principio de la historia de la humanidad, es todavía un gran desconocido que necesita de cierto impulso para ponerse en marcha, si es que apetece

Mauricio Bolivar
Mauricio Bolivar-administrador
Publicado:27 septiembre, 202411:29 am
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Los secretos de la libido y una sociedad que castra el deseo sexual

Lectora furibunda que siempre tiene un libro en la cabecera de la cama llego a mí el libro “Deseo sobre deseo (Cuatro Ediciones, 2006)”, de Fernando Colina, un ensayo sobre ese impulso primario, respecto al que hay tan poco consenso, ya que, como ocurre con el universo, cuando creemos que empezamos a entenderlo, él nos muestra una cara nueva y desconocida de sí mismo.

“El deseo es un flujo psíquico vigilado por prohibiciones, sometido a impulsos energéticos, tasado por la realidad, invocado por la fantasía, regulado por el placer y modulado por la respuesta de los demás. Censura, fuerza, realidad, imaginación, goce y amistad son, por lo tanto, los seis dueños del deseo, cuyo difícil acuerdo nos exige compromisos que pueden ajustar o enrarecer el equilibrio personal”, cuenta Colina en su obra.

Deseo y libido

Términos sinónimos, no siempre fue así. Antiguamente, el significado de libido, entendido como atracción o impulso, se aplicaba a todos los campos, no solo a cuestiones estrictamente sexuales. Freud definió la libido como “la energía de las pulsiones o instintos que dirige toda conducta”; mientras que su discípulo Carl Gustav Jung la describió como “la energía psíquica, la manifestación de los procesos vitales que, habitualmente, toman forma de deseo”.

 ¿A más posturas mejor sexo?

Hemos limitado el deseo, reduciéndolo solo a la esfera sexual, dejando afuera la lujuria, que no debe en modo alguno avergonzarnos. El deseo lleva implícito una búsqueda, el miedo, la furia, el pánico, el dolor, y la tristeza

El deseo, la libido de los antiguos, es también ese instinto primario, esencial para la supervivencia de la especie que escasea, desaparece, se esconde y que se diría que no siempre viene de fábrica.

Por eso, una de las principales razones por las que hombres y mujeres acuden al sexólogo es por falta de ganas. “

El estado normal de nuestro cerebro es deseante”, afirma Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología. “Lo que ocurre es que, a veces, pasamos por fases en las que no nos apetece desear. Nos conformamos, necesitamos recuperarnos, nuestro organismo nos pide calma, introspección”.

¿Fácil o difícil de activar?

Darle al play del deseo con uno mismo (siempre y cuando no haya causas mayores, como enfermedades físicas o psíquicas) es relativamente fácil, tras un programa de erotización de la vida, basado en las propias preferencias y fantasías.

Lo complicado es activarlo en relación a los demás, al mundo o la sociedad en la que se está inmerso. “Aquí ya entran en escena las propias expectativas de vínculo emocional y las relacionadas con las habilidades eróticas”, apunta Molero.

“Es el gran problema de muchas parejas que, aunque se quieren, ven cómo su deseo ha bajado. Pero si ambas personas son capaces de implicarse, si hay dos remando en la misma dirección, el éxito está asegurado. El problema es que no siempre existe el mismo grado de implicación en los miembros de la pareja”, explica la sexóloga.

¿Cómo hacer florecer la libido?

No es ni siquiera un asunto de edad, la libido puede florecer incluso por encima de factores estresantes que, supuestamente, la bloquean (por ejemplo, las guerras). El deseo tiene más que ver con cosas intangibles, con la erótica, y es la esencia de toda sexualidad. No es solo una fase de la respuesta sexual, y no siempre tiene que estar al principio”, explica.

El deseo de la mujer es más frágil y se puede inhibir más fácilmente por las circunstancias, el estrés o los problemas de pareja.

Existe un deseo receptivo, algo más perezoso que el espontáneo, que necesita de un cierto impulso para ponerse en marcha. Es el que pueden tener las parejas ya consolidadas, que echan de menos sus comienzos, cuando la libido hacia todo el trabajo, y despotrican de la convivencia, que les obliga a erotizarse un poco para que la noche del sábado acabe con final feliz y no con una serie de Netflix.

El sexo no siempre tiene que salir del deseo puro. A veces te dejas llevar, te das permiso. Pero trabajando ese deseo receptivo se puede llegar al deseo espontáneo.

Las ganas que necesitan un cierto detonante se han atribuido más a la mujer, pero no todos los sexólogos coinciden. “El deseo de la mujer es más frágil y se puede inhibir más fácilmente por las circunstancias, el estrés o los problemas de pareja. Esto genera un modelo típico en la resolución de conflictos.

El hombre argumenta: ‘¿Cómo quieres que la relación vaya bien si no hay sexo?’. Mientras que la mujer sostiene: ‘¿Cómo quieres que haya sexo si la relación no va bien?’”, señala Antoni Bolinches, licenciado en Filosofía, Psicología, sexólogo y profesor del Máster en Sexología Clínica y Salud Sexual en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

La sociedad, ¿propicia o castra el deseo?

La influencia del entorno, la sociedad o la cultura puede ser tan determinante como la marcada por la biología.

En este apartado no se salva ni la libido, a pesar de su carácter instintivo e innato.

Vivimos en una sociedad de consumo que se plantea una sexualidad atlética, competitiva, que genera miedo al desempeño. Los papeles del hombre y la mujer están confusos. Muchas mujeres adoptan un rol demandante o dominante y no todos los varones se sienten cómodos con este nuevo sujeto erótico, apunta Bolinches.

Es un buen momento para las relaciones sexuales, de necesidad fisiológica o de autoafirmación, pero es más complicado encontrar al sujeto amoroso

Unas sociedades sanas tendrían que convivir en paz y armonía el consentimiento y la seducción; porque hay mucho miedo a expresar el verdadero deseo.

Existe la falsa idea de que la libido es exclusiva de las jóvenes generaciones, pero, como sinónimo de impulso vital, esta no debería extinguirse hasta no haber acabado nuestra existencia.

“El deseo es búsqueda, y cuando se ha encontrado lo ansiado, debería de haber una satisfacción que, a su vez, mantenga ese deseo”, comenta Francisca Molero.

La frontera entre deseo y ansiedad es muy fina y hay gente con mucha necesidad de mantener relaciones sexuales o de masturbarse para calmar la ansiedad, aunque ellos lo identifiquen como deseo”.

La libido no es solo de los jóvenes

Existe también la falsa idea de que la libido es exclusiva de las jóvenes generaciones, pero, como sinónimo de impulso vital, esta no debería extinguirse hasta no haber acabado nuestra existencia.

Hay momentos de nuestra vida en los que estamos más en modo supervivencia, con pocas energías para la búsqueda, para el hedonismo. A menudo la madurez, con la experiencia y el sosiego, puede propiciar épocas en las que nos atrevamos a ser más deseantes

Así como la respuesta sexual decae con los años (la erección y la lubricación se dificultan), al deseo le ocurre todo lo contrario”. Se vuelve más inteligente, más sofisticado, va erotizando otras cuestiones que antes le pasaban desapercibidas, se va haciendo más emocional, intimista, más creativo”.

Más vale tener deseo y no tener relaciones sexuales, que tener relaciones y no tener deseo, esa es la cuestión. Al fin y al cabo, esa pulsión es la que nos conecta a la vida, como sostenían los antiguos.

Ernestina Herrera

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