Es sabido que Donald Trump siempre entra en escena con la canción God Bless the USA, del cantante de country Lee Greenwood. En la Convención Republicana, que se celebra en Milwaukee, no faltó a su tradición. Aunque no fue una entrada cualquiera. Greenwood entonó en directo su balada patriótica a eso de las 21.00 hora local, más o menos 52 horas después de que el expresidente sobreviviera al intento de atentado que sufrió el pasado sábado durante un mitin en Pensilvania.
El expresidente echó a andar con parsimonia y gesto sombrío, seguido por una cámara y entre el delirio de las miles de personas presentes en el estadio de baloncesto en el que se celebra hasta el jueves su aclamación como aspirante a la presidencia. Trump llevaba vendada la oreja derecha, la misma que rozó una de las balas con las que el tirador Thomas Matthew Crooks a punto estuvo de matarlo.
Se abrió paso entre los gritos de una audiencia que horas antes lo había designado oficialmente en una votación unánime de los delegados presentes como la apuesta del Partido Republicano para la Casa Blanca, después de meses de que su candidatura se diera por hecha.
Al final de su paseíllo, lo esperaba J. D. Vance, senador por Ohio, escogido este lunes por Trump como aspirante a la vicepresidencia. Como estaba colocado a su izquierda, siempre que el expresidente se giraba para hablar con él, las cámaras recogían el perfil de la oreja vendada. Los acompañaban, entre otros, el presentador televisivo ultra Tucker Carlson, Byron Douglas, congresista afroamericano de Florida, y Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes.
Trump, raro en él, no habló; su discurso está previsto para el gran cierre de la convención del jueves. Se sentó y escuchó la recta final de las intervenciones de la primera jornada de la convención, que, bajo el título “Americanos corrientes”, estaba dedicada a lo que un regreso del magnate a la Casa Blanca traerá supuestamente para la economía estadounidense. El foco también estuvo en seducir a los votantes negros y latinos, a los que ambos partidos cortejan con desesperación.
“El cafecito” de los hispanos
A los primeros se dirigió la rapera Amber Rose, expareja de Kanye West, que contó que dejó de preocuparse y empezó a amar a Trump cuando hizo caso a su padre aquel día en que le dijo que el republicano “no es racista”, pese a la “propaganda”. Para los segundos se dio paso a Linda Fornos, nicaragüense, madre soltera y vecina de Las Vegas. “Para mi querida comunidad hispana, es hora de despertar y oler el cafecito”, dijo. Contó que ella y sus dos hijos suman seis trabajos para llegar a fin de mes y culpó de ello a las políticas económicas de Joe Biden. “Voté por él en 2020″, añadió, entre los abucheos del público. “Lo siento. Fue un error”.
Otros oradores trataron de contraponer la economía del presidente demócrata (bidenomics) y la de Trump (maganomics). El líder sindical Sean O’Brien criticó duramente a la clase empresarial estadounidense (algo un tanto surrealista en un conciliábulo como este) y a las élites de Washington, y definió al expresidente como un “duro S. O. B.” (siglas en inglés de “hijo de puta”). Antes, gobernadores como Kristi Noem (Dakota del Sur) o Glenn Youngkin (Virginia) habían repasado los logros de sus respectivos Estados como si se tratara de islas a salvo de la tormenta en la gran marejada de la América de Joe Biden.
El punto mesiánico lo puso el senador por Carolina del Sur Tim Scott. Hace no tanto estaba en las quinielas para ser el elegido como candidato a vicepresidente, pero al final ha quedado para agitador del trumpismo, papel que este lunes desempeñó con un punto de predicador religioso. “El sábado”, dijo, en referencia al intento de asesinato de Trump, “el diablo vino a Pensilvania empuñando un rifle. ¡Pero un león americano se puso de pie y rugió! ¡Oh sí! ¡Rugió!”.
El león era, claro, el expresidente, quien, tras sobrevivir al atentado, emergió entre los cuerpos de los miembros del Servicio Secreto que se echaron sobre él para protegerlo, levantó el puño y gritó: “¡Luchemos! ¡Luchemos!”. El grito se lo apropiaron este lunes los delegados republicanos para recibir a su líder.
El gesto desafiante que Trump había lucido 52 horas antes se transformó el lunes por la noche en un semblante poco habitual en él, y hubo un momento en el que hasta pareció compungido. Fue cuando Greenwood interpretó los últimos compases de su canción, que vive una segunda vida gracias a que Trump la rescató del olvido. El tema, además, está de cumpleaños: se compuso hace cuatro décadas, en 1984, para otro candidato republicano en busca de la reelección: Ronald Reagan. Greenwood la estrenó en la Convención Nacional Republicana de aquel año, celebrada en Dallas.
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