El Presidente saliente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha conferido al Papa Francisco la Presidential Medal of Freedom with Distinction, la Medalla de la Libertad, el más alto honor civil de la nación.
Así se lo ha anunciado el mismo líder demócrata directamente al Pontífice en una llamada telefónica realizada este 11 de enero.
Como es sabido, ambos deberían haberse reunido personalmente el viernes 10, en el Vaticano, para una audiencia privada, en el marco del viaje de Biden a Italia, el último internacional antes del final de su mandato. Sin embargo, la emergencia provocada por el incendio de Los Ángeles lo obligó a cancelar el viaje.
De ahí el anuncio a través de una llamada telefónica que siguió a la del 20 de diciembre en la que, entre los diversos temas abordados, habían ocupado un lugar central los derechos humanos, con la preocupación del Papa por los presos condenados a muerte en las cárceles federales.
La conversación se había producido tras la decisión de Biden de conmutar la pena de muerte por cadena perpetua para 37 reclusos, hombres y mujeres.
En esa primera comunicación, una nota de la Casa Blanca informaba que Biden «agradeció al Papa su continuo compromiso para aliviar el sufrimiento global, incluyendo su trabajo para promover los derechos humanos y proteger las libertades religiosas».
Esencialmente, las mismas razones que llevaron al líder estadounidense a elegir ahora al Papa como destinatario de la Medalla, que ya había sido concedida hace una semana a 19 personalidades políticas y artísticas que «han hecho contribuciones ejemplares a la prosperidad, los valores o la seguridad de Estados Unidos, a la paz mundial o a otros importantes esfuerzos sociales, públicos o privados».
Algunos observadores habían advertido que el número de galardonados no era el habitual de 20; evidentemente, Biden se guardaba la sorpresa para su visita a Roma.
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