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Jana Mohammed Khalil Musleh Al-Skeifi tiene apenas 12 años, pero su vida dejó de ser la de una niña desde que Israel lanzó su ofensiva militar contra Gaza. Vestida con un suéter rosa de Cenicienta, Jana camina entre ruinas con dos baldes de agua mientras su familia espera que regrese con lo poco que consigue. Su hermano fue asesinado por un francotirador israelí, su madre padece cáncer sin tratamiento, y su padre está enfermo del corazón.
Desde hace más de 18 meses, el Estado de Israel mantiene una ofensiva militar y un bloqueo total contra Gaza, una acción que ha sido denunciada por diversas organizaciones internacionales como un castigo colectivo contra civiles, especialmente contra mujeres y niños.
«Quiero ser fuerte para que mi padre no sufra», dice Jana con una madurez forzada por la guerra. En su corta vida, ha perdido a varios familiares, incluido un hermano, un cuñado, un primo y su sobrina Janat, que murió por desnutrición a los cuatro meses de edad.
Israel está atacando a Gaza y asesinando a sus niños.
La ofensiva militar israelí, iniciada tras el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023, no se limita a bombardeos. Israel ha impuesto un bloqueo total de alimentos, medicinas, agua potable y ayuda humanitaria, una estrategia que organizaciones como la ONU ha calificado como un crimen de guerra.
Más de 57 niños han muerto por desnutrición, y miles más están en riesgo. La sobrina de Jana fue una de esas víctimas. Nació sana, pero cuando se agotó la leche en Gaza, su madre dejó de producir por la desnutrición. Janat murió con apenas 2,8 kilos de peso. Su familia había conseguido los permisos para evacuarla, pero murió antes de que eso ocurriera. “Le rogué al mundo entero que la salvara”, dijo su madre. “Pero todos simplemente observaron”.
Mientras tanto, Israel sigue impidiendo la entrada de alimentos, y apenas deja pasar una fracción de lo necesario. El pasado lunes, se permitió el ingreso de solo cinco camiones de ayuda, cuando la ONU advierte que se necesitan al menos 500 cada día.
Más de 53.000 palestinos han muerto desde el inicio de la ofensiva israelí, casi el 4% de la población de Gaza. Israel ha convertido el enclave en un infierno, y la infancia ha sido la más golpeada.
Jana, como miles de otros niños, ya no juega ni estudia. Busca comida, carga agua, y sobrevive entre cadáveres y escombros. “Estoy muerta por dentro”, dijo a CNN. Mientras caminaba entre ruinas con una cubeta de comida, no comió nada. Esperó a llegar a casa para compartirlo con sus hermanos hambrientos.
La infancia palestina está siendo destruida por una guerra que ya no distingue entre combatientes y civiles. El Estado de Israel ataca hospitales, impide evacuaciones médicas, bloquea alimentos básicos y priva a los niños del derecho más elemental: el de vivir.
La ONU estima que casi 11.000 mujeres embarazadas y 17.000 lactantes están en riesgo extremo de hambruna. Los hospitales están colapsados. La evacuación médica es casi imposible. Israel ha decidido que cada gota de agua y cada gramo de comida que entra a Gaza sea un arma política.
“Vi morir a mi sobrina mientras nos decían que esperáramos. Murió esperando”. El testimonio de Jana es el de miles. Un pueblo cercado, asfixiado, y bombardeado por un Estado que ha ignorado los llamados internacionales.
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