Si había alguna duda sobre si Kamala Harris ha transformado las elecciones presidenciales de este año, las más recientes encuestas del New York Times/Siena College la despejan.
En nuestras primeras encuestas en estados de tendencia electoral incierta desde su entrada en la contienda, la vicepresidenta Harris aventaja a Donald Trump en cuatro puntos en Pensilvania, Míchigan y Wisconsin entre los votantes probables. Se trata de un cambio importante respecto a anteriores encuestas Times/Siena, en las que Trump aventajaba a Harris y a Biden por un promedio de uno o dos puntos en los mismos tres estados.
A veces resulta difícil explicar por qué las encuestas cambian de una semana a otra o de un mes a otro. En la polarizada política actual, puede ser incluso difícil explicar por qué los votantes cambian de parecer en primer lugar. En este caso, es fácil: la entrada de Harris en la contienda ha trastocado los cimientos de estas elecciones.
Hasta ahora, la dinámica básica de la contienda estaba impulsada por la impopularidad de Biden. Esto impidió a los demócratas ejecutar su estrategia habitual contra Trump y sus aliados del movimiento MAGA: hacer de las elecciones un referendo sobre Trump presentando a la contienda un candidato ampliamente aceptable. Millones de votantes se quedaron con una elección angustiosa entre dos candidatos que no les gustaban.
Con Harris montando una extraordinaria ola de impulso como cabeza de la candidatura demócrata, al menos por ahora, la dinámica política habitual de la era Trump se ha restaurado. En la encuesta, al menos el 49 por ciento de los votantes probables en Pensilvania, Míchigan y Wisconsin dijeron tener una opinión favorable de ella, un nivel que ni Harris ni Biden obtuvieron en ninguna encuesta anterior Times/Siena en este ciclo.
La opinión sobre Trump no ha disminuido. De hecho, su índice de favorabilidad subió ligeramente, hasta el 46 por ciento en los tres estados, lo suficiente para representar su índice más alto en la historia de las encuestas Times/Siena. Es un resultado que podría haber sido suficiente para una clara ventaja sobre Biden, cuyos índices habían caído hasta los 30 a principios de julio. Pero por ahora no es suficiente contra la pujante Harris.
Una forma de ver su posición es que se ha convertido en algo así como una demócrata “genérica”. Puede parecer un insulto, pero no lo es. De hecho, no hay nada más codiciado. Un candidato genérico anónimo —ya sea demócrata o republicano— casi siempre sale mejor parado en las encuestas que los candidatos con nombres muy conocidos, que inevitablemente se ven lastrados por todas las imperfecciones que los votantes van conociendo en el proceso de una campaña.
Cuando realizamos esta encuesta en estos tres estados el pasado mes de octubre, un demócrata anónimo aventajaba a Trump en unos 10 puntos, aun cuando Trump aventajaba a Biden y a Harris por un punto cada uno. La ventaja de un demócrata diferente y ampliamente aceptable era puramente hipotética, por supuesto. No había ninguna garantía de que un demócrata del mundo real pudiera evitar alienar a muchos de los votantes que preferirían votar a alguien que no fuera Trump. Y ciertamente no había ninguna razón para pensar que Harris sería tal demócrata, ya que era vista desfavorablemente por la mayoría de los votantes y traía mucho bagaje político de su mandato como vicepresidenta y su fallida campaña presidencial de 2020.
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