Aunque los Evangelios no dicen exactamente cuántos reyes magos acudieron a Belén a adorar al recién nacido, generalmente se acepta que fueron tres, según el número de regalos.
Los nombres de Gaspar, Melchor y Baltasar, se encuentran por primera vez en el Venerable Beda (†735). En algunas narraciones hay información sobre su apariencia: Gaspar resulta ser un “joven imberbe”, Baltasar es un “anciano barbudo” y Melchor es “moreno” o “negro”, originario de Etiopía.
Según los textos bíblicos, al niño Jesús, le llevaron oro, incienso y mirra. Cada uno de estos regalos tenía un significado simbólico. El oro representa la realeza y con el reconocen al recién nacido como Rey de los judíos; el incienso, como a Dios y la mirra, es una sustancia aromática costosa que se utiliza para embalsamar los cuerpos durante el entierro, como el Salvador que se convirtió en el Hijo del Hombre.
Según la leyenda, las reliquias de los Magos fueron encontradas por la santa reina Elena, igual a los Apóstoles en Persia y colocadas en Constantinopla, y en el siglo V fueron trasladadas a Milán. Actualmente el relicario de oro con sus reliquias se encuentra en la Catedral de Colonia.
El oro traído por los Reyes Magos se compone de 28 pequeñas placas-colgantes de oro en forma de trapecios, cuadriláteros y polígonos, decorados con elegantes motivos de filigrana. El patrón no se repite en ninguna de las placas.
El incienso y la mirra, traídos por separado, alguna vez se combinaron en pequeñas bolas de color oscuro del tamaño de una aceituna. Alrededor de setenta de ellos han sobrevivido. Esta unión es muy simbólica: el incienso y la mirra, ofrecidos a Dios y al hombre, están unidos tan inextricablemente como dos naturalezas estaban unidas en Cristo: la divina y la humana.
Según la antigua tradición, los preciosos regalos de los magos se conservan con reverencia en el monasterio de San Pablo hasta el día de hoy. Los monjes son muy conscientes del gran valor espiritual e histórico de estas piezas, por eso, después del servicio nocturno, llevan los obsequios de la sacristía en una pequeña arca de plata para el culto de los peregrinos. Los regalos exudan una fuerte fragancia y, cuando se abren, toda la iglesia se llena de la fragancia. Los monjes de Svyatogorsk notaron que los regalos curaban a los enfermos mentales y a los poseídos por demonios.
Y es así, que los regalos que los Magos ofrecieron a Jesús, están hoy en custodia de los monjes en el Monte Athos. Estos están cubiertos de leyendas y milenarias tradiciones y cada 6 de enero recordamos y veneramos a los Reyes Magos repitiendo en nuestras casas, lo que ellos hicieron en Belén, y les llevamos a los más chiquitos de nuestras familias, ya no oro, incienso y mirra, sino esperanzas, alegría y amor en forma de algún juguete.
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