Venezuela cambió de ser un país receptor de inmigrantes, a convertirse en el segundo país del mundo con la mayor migración, siete millones de venezolanos se han desplazado, empezamos a repuntar en número de emigrantes en las primeras dos décadas del siglo XXI, periodo en el que la nación ha estado signada por una creciente inestabilidad política y económica y una alta conflictividad social; lo que ha invertido drásticamente el patrón migratorio.
En los últimos cinco años se ha propiciado un importante flujo migratorio que tiene como principales países de destino a Colombia, Perú y Ecuador, muy pocos son los que llegan a Europa. Esta población se mueve fundamentalmente en la búsqueda de nuevas y mejores oportunidades laborales y por considerarla como principal estrategia de supervivencia ante las difíciles condiciones de vida en Venezuela, lo que prioriza las razones económicas como causa de la movilidad. Estos grupos se caracterizan por una alta presencia de mujeres que conforman el 44% de quienes abandonan el país por vía terrestre, entre ellas, 73,7 % con edades comprendidas entre los 29 y 39 años, con la soltería como estado civil del 53,3 % y con el 48 % que declara nivel educativo universitario/con postgrado,
En nuestra Sección de Historia de Inmigrantes, les presentamos a dos venezolanas, una nacida en el Delta, pero quien hizo su vida profesional en Maturín, y otra maturinés. Ellas están en España, ambas son profesionales, pero el camino para Kinski Fiorella Milano fue mucho más complicado porque ella emigró con un niño, que para el momento de la partida tenía tan solo 4 años, y ella atravesó por un periplo complicado, primero se fue al Arauca, en la frontera venezolana con el estado Apure y donde hay numerosos grupos guerrilleros, después inicio vía terrestre hacia Chile y en esta entrevista nos habla de las vicisitudes por las cuales atravesó en ese camino; la segunda Luzmaris Espinoza, de 28 años de edad, Ingeniero Industrial, habitando en estos momentos en la provincia de Alicante.
La mujer es mucho más vulnerable que el hombre a la hora de emigrar no solo sufre explotación laboral, como lo explica en su testimonio Luzmaris Espinoza, que le pasó cuando llegó a España, donde trabajó como mesera, pero también pueden caer en tratas de blanca y eso es un peligro que afortunadamente no le pasó a nuestras dos entrevistadas.
Cómo una muchacha de 28 años de edad, de profesión Ingeniera Industrial abandona su familia, integrada por profesionales, cómodos, jubilados de Pdvsa. Conozcamos lo que ella cuenta:
«La idea era ejercer mi carrera en Venezuela, siempre fue mi propósito, me daba cuenta que lo que ganaba en tres meses se me iba en una compra en una farmacia, mi idea era independizarme, y de esta manera nunca lo lograría, necesitaba vivir en un país que me diera esa libertad económica, pero lo que me hizo tomar la decisión definitiva fue el apagón nacional, me hice la pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí?, necesito un cambio, tomé la decisión y me fui, lo más complicado para mi desde que llegué a España fue haber trabajado con un venezolano que tenía una venta de cachapas y me explotó, trabajaba por 63 horas a la semana por tan solo 80 euros al mes, y la otra cosa que un coterráneo no solo me explotara sino que me acosara, y eso no era nada más conmigo sino con todas las mujeres que trabajan en el local, la pandemia fue difícil yo estaba con mi hermana y cuñado y logramos superar esa etapa, la situación laboral fue muy complicada al principio, luego me mudé a Alicante, pensé: me mudé de Venezuela y ahora inicio otra mudanza, me vine a Alicante con 5 euros en el bolsillo, fue un aprendizaje hermosísimo que me ha permitido crecer como profesional, me seleccionaron para ser parte de un bootcamp solo de mujeres, integración de mujeres en el mundo IT, para promover la equidad de género en una empresa francesa que opera en España y estoy contenta».
Kinski Fiorella Milano narra que «en el Arauca, Colombia, me pagaban poco, mi hijo estudió en un buen colegio porque su padre tiene la nacionalidad colombiana, reuní dinero y decidí irme a Chile, el recorrido por tierra fue bien difícil, pasé en bus para Bogotá, cruzamos la frontera hacia Ecuador, de Ecuador a Perú de madrugada, en Ecuador nos dejó el primer bus que salió, llegamos de madrugada a la frontera de Perú y cuando llegamos a la frontera de Chile nos atendió un funcionario de migración que empezó a hacernos preguntas, la muchacha con la que yo viajaba se puso nerviosa, nos echaron para atrás, estuvimos en esa situación tres días y cada vez que intentábamos pasar no sellaban el pasaporte, un señor nos comentó que esperáramos el cambio de turno, a las 11 de la noche después de tantos bloqueos del pasaporte, finalmente pasamos.
Kinski narra que en Chile tuvo oportunidades pero vinieron las protestas y la situación cambió, por eso al ver que ya no se podía sacar un teléfono en la calle, que había disparos le recordó a Venezuela y se fue a España, donde en la actualidad está en Navamoral de la Mata, en la provincia de Cáceres.
Estas dos venezolanas tenían la misma aspiración y buscaban tranquilidad y seguridad y hoy sienten que la han logrado, pero en tierras lejanas.
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