Los venezolanos somos echados pa’lante. No importa que ahora tengamos incertidumbre, que los políticos se maten entre si: que las actas, que quien gano o quien no, nosotros seguimos pa`lante. En la calle hay ese venezolano resiliente , sobre todo mujeres, que salen desde muy temprano a buscarse la papa, para quien la subsistencia vale más que cualquier otra situación, tendencia o ideología. Rien, echan chistes de su propia situación y es que los venezolanos somos únicos, a ellos les brindaremos esta sección «Gente pa’lante».
Ana Cabeza , es de Maturín pero se caso con un caraqueño, de allí que distinga ese acento donde quiera que lo escuche. Ella vivía en Caracas Catia, trabajo nueve años en el Tribunal Supremo de Justicia en Caracas, después del deslave de Vargas se vino de nuevo a su ciudad natal, la jubilaron del TSJ pero ella esta joven tiene solo 57 años de edad así que se las invento y así nació «Manguya» que atiende ella misma con una muchacha que le ayuda a pelar los mangos y otra que le hace el quite en plena avenida Bolívar mientras ella va a comer.
Ella vendió su carro «con tanto rollo con la gasolina para qué» mandó a hacer su carrito de Madera, le puso un toldo verde y se instaló , primero estaba en frente de la Tienda Mango Bajito , pero la sacaron y se vino para la avenida Bolívar, frente a Mango Bajito llegó a vender un día sábado 120 dólares ahorita puede vender dos mil 300 bolívares diarias, por ser jubilada funcionaria pública gana un poco más que cualquier pensionado del Seguro Social mil 050 mensual y un bono de mil 800, «pero igual, 25 años reventándome las pestañas como Secretaria en el TSJ para ver a los magistrados con sus carrotes, no que va y quedarme en mi casa vegetando, en la calle están los reales y por eso nació «Manguya» y voy a montar un segundo carrito, o sea lo que llaman una Franquicia»
Mango verde o pimentón con jugo de parchita, miel, sal, un toque de pimienta y leche condensada, refrescante, único y como ella dice «gourmet», lo demás lo pone ella y su vivacidad y las ganas, su hijo se fue a República Dominicana, su hija la ayuda, atrás quedaron los uniformes del TSJ, los zapatos altos, ahora resuelta y muerta de la risa desde las 9 de la mañana se para con su carrito a vender un producto que nadie más vende en Maturín, algo ingenioso, con una fruta muy nuestra y con el ingrediente que da el pensar en que tu «solo dependo de mi y de Dios y los mangos que la tierra nos da».
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