Si algo tienen los integrantes de las familias Azócar Leonett y Leonett Azócar, más allá de número de integrantes; es caracteres, criterios y pensamientos distintos que en ocasiones los hace «chocar» unos con otros.
Tal vez, eso suceda en toda los hogares, pero hay algo que los hace diferentes: La unión familiar, esa con la afrontan las vicisitudes que la vida les ha colocado a lo largo de los años.
La palabra cáncer y la enfermedad no es nada rara para ellos; en cuatro oportunidades han tenido que hacer, como reza el refrán «de tripas corazones» al punto de sacudirse la pena y salir a pedir dinero en las calles para hacerle frente a una patología que lamentablemente, les ha arrebatado a dos seres amado.
A finales de 1995 inició la historia, la matriarca de la familia, Adelaida Leonett, fue diagnosticada con un Meningioma, por lo que ameritó ser llevada a Caracas dónde fue operada en septiembre de ese año, todo salió bien y la biopsia arrojó que se trataba de un tumor benigno.
El tumor se reprodujo en varias oportunidades y tras once intervenciones quirúrgicas en la cabeza, el resultado se revirtió y la terrible enfermedad apareció. En 2002, se recibió el diagnóstico que el tumor se había convertido en cáncer. El ocho de agosto del 2004 murió en su casa rodeada de sus hijos, a consecuencia de la agresividad del tumor.
Seis años después, la enfermedad tocó la puerta de Andrés Azócar, esposo de Adelaida; hasta los momentos ha sido la batalla «menos difícil» que estás familias han librado, sin embargo, al igual que en la primera, tanto hijos como nietos se movilizaron para librar la batalla y así fue.
El 18 de agosto del 2010 recibieron el diagnóstico que el «patrón» de la familia tenía cáncer, se trataba de un Linfoma de Hodgkin encapsulado, el tratamiento fue igual, quimioterapia pero no tan agresivas.
Hoy en día el «viejo Andrés» esta como un chivo, dicen sus hijos quienes aseguran que «ahora es que hay papá para rato y sea como sea ese es papá».
Bastaron solo tres años para que las familias recibieran de nuevo la noticia que un familiar debía darle la batalla a la enfermedad, se trataría en esta oportunidad de Yilitza Azócar, hija de Andrés y Adelaida.
Tal vez es el periodo más rápido con la enfermedad, pero también el más traumático por todo lo vivido en menos de dos meses y donde más se puso de manifiesto el apoyo, entrega y amor familiar.
A «Yili», como se le conocía cariñosamente le fue diagnosticado un Linfoma No Hodgkin agresivo en la cabeza el 7 de octubre del 2013, quizás algo parecido al de su mamá.
Fue operada el 18 del mismo mes y falleció el 21 de noviembre, luego de pasar varios días conectada a un respirador artificial y sufrir muerte cerebral. Repitió el esquema de su madre, murió en casa, entre quienes más le amaron, se despidió sin decir nada.
Tras unos cuantos años y dónde todo parecía normal, la enfermedad dice presente, tal vez, en los ojos más hermosos que hay en la familia: Leidys Leonett, hija de un cultor popular y una enfermera, es quien sacó el número infortunado de esta lotería llamada cáncer.
“Cuando detecté la pelotica siempre decía ¡Dios mío, que esto no sea un tumor! Pero no le di importancia y lo calmaba con una pastilla y desinflamatorios”, aseguró la guerrera de 39 años que hoy le hace frente a la enfermedad con el mejor de los ánimos.
A Leidys, ningún médico le ha dicho que tiene cáncer, lo supo cuando escuchó la palabra “quimioterapia” el 13 de agosto del 2023.
Según su punto de vista, luchar contra esta enfermedad va más allá de lo físico, “es una lucha constante con la mente, es diaria y bien fuerte debido a las reacciones del tratamiento, al estado de ánimo, a no querer comer, hablar”.
Asimismo, aseguró que si algo hay que agradecerle a la enfermedad es el tener más contacto con la familia y verlos unidos remando a un mismo fin más allá de la diferencias.
“Saber que están preocupados por mi salud y aunque no estén cerca se hacen presente con un mensaje, apoyándome con los medicamentos, atendiéndome, vendiendo rifas; es algo que agradeceré toda la vida”, dijo.
Uno de los momentos más duro para Leidys, fue ver como sus largos cabello, lleno de hermosas mechas se desprendían con cada cepillado.
“Algo que representa la feminidad de nosotras es el cabello y desde el primer ciclo de quimioterapias se me empezó a caer y lloraba todos los días hasta que decidí cortármelo, porque la calvicie será momentánea, estoy segura de eso”
Si de algo está convencida Leidys, es que tras culminar el proceso de tratamiento renacerá cual ave fénix en una mujer nueva, que valorará más la salud, el cuerpo y la familia en general. Estar aferrada a Dios y a la familia, ha sido la clave para no ponérsela fácil al cáncer y salir victoriosa.
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