Sistema Nacional de Orquestas cuenta con una obra de arte que expresa el sentir venezolano

La Sala Simón Bolívar del Centro Nacional de Acción Social por la Música, ubicado en el bulevar Amador Bendayán de Quebrada Honda, en Caracas, no es solo un escenario acogedor, es, en sí, un tejido de propuestas estéticas como lo puede refrendar cualquier custodio de sala si usted, por equivocación, da un paso en falso.

En más de una ocasión, el atrevimiento de intentar colocar bolsas sobre los asientos se ha visto interrumpido en seco con la advertencia: “No haga eso que usted está sobre una obra de arte”.

La sede principal del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, inaugurada el 12 febrero de 2011 como expresión de uno de los anhelos de José Antonio Abreu, acoge este recinto que fue pensado detalle a detalle, primero, por las elucubraciones del maestro Abreu, luego por la imaginación encendida de Carlos Cruz-Diez y, finalmente, por el talento proyectivo del arquitecto venezolano Tomás Lugo.

Es un territorio concebido para 880 espectadores, que en palabras del genio del cinetismo, acogidas con emoción por el genio de la música, no podía erigirse con la severidad de una sala convencional, pues estaba prevista para los chicos, así que fraguó su Inducción cromática, una ristra de alegres butacas para sentarse a oír música.

Próximo a cumplir 50 años de trayectoria, El Sistema tiene como catedral una de las estructuras más hermosas del mundo y su sala principal es ejemplo de funcionalidad acústica y mecánica, una caja musical con paneles especiales, cámara de reverberación, dispositivos de iluminación, audio, video y sonido de alta tecnología y, por si fuera poco, pisos recubiertos por una madera especial (de corazón de pino de Arkansas) que tiene la propiedad de recuperar su estado original tras los pinchazos de las picas del violoncello y del contrabajo.

Un aspecto singular de la Sala Simón Bolívar, explica el arquitecto Lugo, es que toda la placa de la edificación es independiente del resto de la estructura del salón para evitar el efecto de la transmisión de vibraciones. De hecho, su escenario está integrado por tres plataformas móviles independientes que pueden ser controladas electrónicamente.

Por él han desfilado y se han maravillado figuras de la música de renombre mundial como Alexander Romanovsky, Krzysztof Penderecki, Claudio Abbado, Simon Rattle, Diego Matheuz y nuestro Gustavo Dudamel.

Pero la joya de la Corona es su órgano tubular de 11 metros de alto por 13 metros de largo, una impresionante flor acústica donada por la Fundación Polar, encargada especialmente por El Sistema a la compañía alemana Orgelbau Klais Bonn, la misma que fabricó el órgano de la Catedral de Colonia.

Es una pieza única en América Latina, formado por 3.309 tubos, tallados en estaño y plomo de primera calidad que conforman el sistema de paso del aire por sus diferentes alturas para producir el registro sonoro.

Fue construido con indicaciones precisas de especialistas de El Sistema y llegó al país en octubre de 2006, ensamblado entre noviembre de 2006 y junio de 2007 y, finalmente, afinado durante siete semanas hasta su estreno definitivo.

Fuente: RDN