Damelys Estrada es una mujer trabajadora que lleva 28 años como vendedora informal en la avenida Bolívar, en su vida ha tenido que afrontar dificultades para poder mantener a su familia.
Desde muy joven tuvo que salir a trabajar para colaborar con su madre en la manutención de su hermana que sufría de esquizofrenia, posteriormente cuando salió embarazada tuvo un motivo más para seguir luchando.
Con la venta de prendas de vestir le pudo dar a su hijo una buena educación, logrando que este se gradúe como técnico en Construcción Civil, además de costear un curso de inglés y una escuela de karate.
Estrada comenta que en su condición de mujer nunca se ha sentido en desventaja con relación a los hombres, todos los días muy temprano sale a resolver el día a día.
“Me ha tocado montarme en camiones, carritos por puestos y hasta caminar en busca de productos para vender y llevar el pan de cada día a mi casa” comenta.
Con el apoyo de su hijo que pese a ser un profesional universitario, por la actual situación económica que enfrenta el país ha tenido que trabajar en un auto mercado asiático, estrada continua vendiendo toda clase de chucherías y productos en las cercanías de una de las principales arterias viales de Maturín.
Tras la llegada de la pandemia por covid-19, Estrada al igual que muchos venezolanos tuvo que afrontar dificultades, al no poder salir a la calle producto de la cuarentena, tomó la iniciativa y comenzó a vender casabe a los vecinos de su comunidad y, de esa manera logró mantenerse por un buen tiempo.
Estrada agrega que cuando comenzaron a flexibilizar las restricciones, tuvo que pasar una verdadera odisea en las instituciones bancarias para conseguir dinero en efectivo y así poder comprar el casabe más económico.
En la actualidad, Damelys Estrada vende chupetas, caramelos, galletas, chocolates y toda clase de productos comestibles, sin pena ni prejuicios y, aunque no obtiene ganancias significativas como en otros tiempos, por los menos le permite resolver el pan diario.