Cientos de personas entre waraos y criollos acompañaron el féretro del padre Josiah K’okal desde la morgue del hospital de Tucupita hasta la catedral Divina Pastora, este lunes por la tarde.
Un cordón humano abría el paso entre los caminantes y el carro fúnebre, acompañados por los jóvenes waraos que forman parte de varios movimientos católicos, además de funcionarios de la Guardia y Policía Nacional; quienes fueron los encargados de la seguridad del momento.
Previo al recorrido que se extendió por más de 20 minutos por las calles de la capital deltana, se efectuó una danza indígena warao, los asistentes destacaron las acciones de Fe que el Padre K’okal llevaba a cada comunidad , por lo que significó su entrega por el pueblo warao.
Luego del traslado de los restos mortales a la catedral de Tucupita, las actividades continuaron para que cientos de fieles despidieran al llamado «misionero de la gran sonrira».
Diversos grupos waraos de danzas llevaron a cabo bailes para recordar la memoria de K’okal durante su paso por las comunidades indígenas.
Durante la vigilia se ofició una misa inculturada, aunque prevaleció el idioma warao en la voz de los sacerdotes Misioneros de la Consolata, congregación a la cual pertenecía el misionero.
Durante los actos, se pudo observar a un hermano y un sobrino del consagrado cargando el ataúd, trascendió que viajaron desde Kenia hasta la zona deltana del país para despedirse de su pariente.
Durante los ritos litúrgicos también se notó la presencia del director de las Obras Misionales Pontificas en Venezuela, Pbro. Ricardo Guillen.