A veces, las comparaciones no son malas. Buscan, en cambio, amplificar los criterios de existencia y precisar qué tan aceptable o no resulta una situación. Tal es el caso de comparar el salario en Venezuela con el de Chile.
En días recientes la cadena EFE y otros medios informativos dieron a conocer la decisión del actual presidente de Chile, Gabriel Boric quien este 1º de agosto anunció el nuevo salario mínimo del país que gobierna, a unos 450 dólares americanos, equivalentes a un promedio de 400.000 pesos chilenos.
Mientras que, en Venezuela, alcanza unos Bs. 175,00 desde el 15 de marzo de 2022, correspondiente a un aproximado de 30 dólares americanos, lo que representa un 0,066% del salario que se recibe en Chile.
Siendo coincidentes el dólar americano para sus comparaciones, es evidente que el salario de Venezuela apenas representa una cifra muy ínfima en los datos macroeconómicos para una evaluación sobre la calidad de vida que propone una Nación.
De acuerdo al portal digital Datosmacros, el PIB (Producto Interior Bruto) de Chile en el primer trimestre de 2022, fue de “fue de 71.901 millones de euros”, situando su economía como la nº 31 ranking de PIB trimestral de los 53 países monitoreados; calificando con ello, además, un bajo nivel de riqueza por parte de sus habitantes, en relación a dichos países.
Mientras, Venezuela se ubica en número 68 por volumen del PIB, pese a que a mediados del 1º de junio el presidente Nicolás Maduro anunció el incremento del PIB del país, ciertamente en “dos dígitos por encima”, para ese mismo periodo de tiempo (primer trimestre del año 2022).
Esta noticia fue corroborada por el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), un ente independiente integrado por expertos económicos, quienes afirmaron “que la economía de Venezuela creció un 7,8 % en el primer trimestre de 2022 respecto al mismo periodo de 2021, debido al incremento de la actividad petrolera”.
Los ingresos de Chile, por su parte, dependen principalmente de la comercialización del cobre, seguido de la agricultura y la ganadería; demostrándose en teoría y en valores financieros, que el ingreso por petróleo aún es más rentable, lo que se refleja en el estado contable de Venezuela, pero que, con realidades económicas distintas a la de Chile, se interpreta que Venezuela ha comenzado a “salir de un fuerte bajón” económico.
En consecuencia, es de entenderse que el crecimiento del PIB es el reflejo del incremento de la actividad económica de un país, y eso se traduce a que existe mayor ingresos en las personas, y con posibilidades de reducir el desempleo, por lo que la renta per cápita aumenta y mejora el poder adquisitivo de los afortunados.
Aunque “meterse la mano en los bolsillos” y encontrarse que todavía se pueda comprar alimentos gracias al “per cápita” mencionado, el precio de la canasta alimentaria básica en Venezuela para el mes de mayo de 2022 se ubicó en 477,52 dólares americanos; lo que significa, matemáticamente hablando, que se puede adquirir tan sólo un 5% de los productos de primera necesidad (Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, Cendas-FVM, 20 de junio de 2022). Por lo que se requiere, en consecuencia, de 18,99 salarios mínimos mensuales para que un venezolano pueda sostener a su familia.
En Chile, por su parte, y de acuerdo al Ministerio de Desarrollo Social y Familia expuso en su informe mensual del Valor de la Canasta Básica y Líneas de Pobreza de junio 2022, citado por el portal digital politicaobrera.com, que dicha canasta (o cesta básica, también conocida), se ubica en unos 238.000 pesos chilenos, lo que equivale a unos 264,18 dólares americanos, es decir “(…) un insólito caso en el que quien no puede comprar los suficientes alimentos para vivir no es considerado pobre”, (Javiera Sarraz, 14/07/2022).
En consecuencia, tanto Chile como Venezuela tienen de amenaza una inflación que les “come” el salario básico y ponen en riesgo la cesta alimentaria.
En Venezuela muchas personas “complementan”- porque no lo “completa”-, el salario mensual con los bonos del sistema Patria, sumándole a ello la realización de unos “tigritos” que contribuyan a llevar la situación . Unos cuántos, por por otro lado, ni siquiera les han correspondido algún bono, o dejaron de llegarle de forma repentina, así que si les “si les tocó, tocó”.
Por su parte, Chile posee planes sociales como “Plan de Recuperación Inclusiva Chile apoya”, que es el pago del Aporte Canasta Básica o Aporte Mensual Compensatorio, que desde el 29 de junio del corriente año el Instituto de Previsión Social (IPS), hace un pago correspondido hasta la fecha, de un aproximado de 66.078 pesos chilenos equivalentes a 73,75 dólares americanos. Las familias que reciben este bono compensatorio deben ser evaluadas previamente, con un estudio social profundo y bien justificado.
Por donde se saque la cuenta, el salario mensual venezolano y chileno tienen algo en común: es insuficiente. Mientras exista una inflación amenazante y no se “inventen” nuevas estrategias económicas que contemplen una verdadera inversión interna, limpieza de nóminas públicas y convenios sensatos, y no paternalistas y regalones; el salario mínimo seguirá siendo lo que es en ambos países: insuficiente.
Ante el estudio y la situación analizada, se realizaron varias entrevistas de venezolanos radicados en Chile, señalando que, por su propia protección, no se indicaran en la toma de la opinión, su correo o dirección de Instagram ya que “a los chilenos no les gusta que un extranjero opine sobre su país”, así lo expresó Raúl Romero, vía WhatsApp.
Romero es venezolano, profesor de violín en orquestas de diferentes colegios municipales de distintas comunas, indica que el nuevo aumento salarial “quizás solo alcance para cubrir un arriendo barato, ahora, en una zona no tan cerca del centro, de una casa de 3 habitaciones y dos baños… en promedio, un alquiler de inmueble, por ejemplo, cuesta entre 300.000 y 500.000 pesos chilenos…” – unos 333 dólares americanos, mínimo.
Continua Romero explicando: “Todavía no hablamos de los gastos de la cesta básica, servicios del hogar (agua, luz, internet y gas), ni de gastos de educación para los que tenemos hijos, o transporte… evidentemente, hay que tener más de un trabajo”.
Por su parte, Haimar Cerda, costurera, venezolana, hija de chilenos, trabaja para una fábrica mediana textilera, expresó vía WhatsApp, ciertamente su inconformidad con el salario mínimo que recibe en Chile: “… a veces no puedo enviarle a mi hermano allá en Venezuela, para sus hijos… tengo que hacer ingresos extras y entre todos tenemos que estirar ese ingreso, la quincena… sí, claro, aquí tu consigues algunas cosas accesibles que puedes guardar y esos, pero no siempre, no… así que allí vamos, ingeniándonosla…”.
Haciendo un recorrido en la calle, en Maturín, estado Monagas, Venezuela, a la gente le cuesta mucho opinar acerca del salario mínimo, percibiéndose miedo a declarar, tal como lo afirmó una transeúnte anónima: “si yo digo que el salario mínimo no me alcanza, ¡capaz y me botan!…. ¡No, qué va!”, refiriéndose a su despido del trabajo por parte del patrono, y así, se repitió la historia en muchos. Sin embargo, se pudo dar con los siguientes puntos de vista:
Orlenys Lares, comerciante: «La situación país que estamos viviendo no nos alcanza 30 dólares para vivir… de hecho hasta es muy lastimoso porque ¡uy!… mi trabajador gana eso mensual, se le paga diario, de acuerdo a lo que haga… pero a mí, como jefa encargada, dueña, me ha tocado quedarme sin nada yo para poder pagarle a él porque sé actualmente cómo está la cosa… entonces, sí, es muy poquito… He pensado, particularmente, o mantienen los precios, dejan el dólar como está o nos ponen de verdad, un verdadero sueldo que alcance para suplir de nuestra necesidades… no estoy de acuerdo en que el gobierno nos regale, nos de, no… me encantaría tener para afrontar cada una de las dificultades, bien sean económicas, personales y poder resolverlas”.
Honorio Salamanca, vigilante:“30 dólares no alcanza para nada ahorita, no… de verdad que no, para nada, para nada alcanza…no me alcanza para mantener a la familia… imagínate, cómo están los productos ahorita… un kilo de espaguetti ya cuesta 10 bolívares, una harina 8 bolívares… bueno, para resolver, yo trabajó de día aquí, y de noche en otra empresa, para más o menos resolver…”.
Víctor Jiménez, estudiante y agricultor: “No, el salario de 30 dólares no alcanza para sobrevivir.. yo trabajo, sí, en el conuco… a veces como comida buena y a veces regular, pero, qué va, eso no alcanza”.
En definitivas, evidentemente está comprendido que, en ambos país, Chile y Venezuela, no alcanza el salario mínimo para vivir dignamente. Por lo pronto, el ciudadano de a pie se las sigue ingeniando; laborando en más de un empleo para poder subsistir.
Fotos: Carlos Rondón (@carlosalberto.rondon1)
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