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Venezuela

Madre Concepción: testimonio vivo de Carmen Rendiles

La próxima santa venezolana se dedicaba en cuerpo y alma a la adoración eucarística, la educación y el acompañamiento pastoral

Tomas Leonett
Redactado por: Tomas Leonett
Publicado:15 octubre, 20253:32 pm
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Madre Concepción: testimonio vivo de Carmen Rendiles

La Madre Concepción Gómez Gómez se unió a la Congregación Siervas de Jesús de Venezuela muy joven. Llegó procedente de su natal Medellín, Colombia.

Con sus pasos enérgicos y llenos de vitalidad recorre los pasillos del Colegio Belén, en Los Palos Grandes, desde muy tempranas horas de la mañana, sus actividades son numerosas y las flores que siempre adornan la capilla de esta institución educativa son delicadamente confeccionadas en bellos ramos por sus laboriosas manos.

Ella recibe a las peregrinaciones que llegan al Museo de la próximamente santa venezolana Carmen Rendiles, que será canonizada junto con José Gregorio Hernández este domingo 19 de octubre.

La Madre Concepción es el testimonio en vivo de la futura santa caraqueña. Ella habla con voz pausada y con una sonrisa bondadosa de la vida de Carmen Rendiles, se esfuerza por conservar este legado y repite que, aunque nunca pensó que estaba hablando y compartiendo con una Santa sabía que sus principios trascenderían.

Repite que Carmen Rendiles se dedicaba en cuerpo y alma a la adoración eucarística, la educación y el acompañamiento pastoral. La labor era en colegios como el Belén de Caracas, donde ahora está su museo, en hospitales y en comunidades vulnerables, las religiosas continúan su labor, llevando adelante la filosofía de vida que Madre Carmen cultivó: la santidad se construye en lo cotidiano y el servicio sincero puede transformar la fragilidad en fortaleza y esperanza.

La vida de Carmen Rendiles para la Madre Concepción y cada una de las religiosas que integran esta orden continúa inspirando a nuevas generaciones hasta alcanzar el reconocimiento de la Iglesia católica como la primera Santa venezolana.

La historia contada por la Madre Concepción

Carmen Elena Rendiles Martínez nació en Caracas el 11 de agosto de 1903, en el seno de una familia profundamente católica formada por Ramiro Antonio Rendiles y Ana Antonia Martínez. Fue la tercera de nueve hijos.

La monja la recuerda como una mujer cercana, alegre, comprensiva y comunicativa, siempre atenta a las necesidades de su comunidad. La Madre Carmen, como todos la llamaban, solía decir que lo que le faltaba físicamente, lo reemplazaba con el corazón. Así, cada gesto y cada acción surgían desde la entrega sincera, con la alegría de servir y de ponerse al servicio de Dios.

La vocación de Carmen no encontró puertas fáciles al principio. Varias congregaciones la rechazaron porque no tenía su brazo izquierdo, ya que en aquella época se consideraba que la discapacidad física impedía cumplir con las exigencias de la vida conventual.

Lejos de desanimarse, Carmen interpretó esos rechazos como un llamado a perseverar. Finalmente, el 25 de febrero de 1927 fue admitida en la Congregación de las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento, donde recibió el nombre de Madre María del Monte Carmelo. Allí desarrolló su vocación con disciplina, humildad y entrega total.

Participó activamente en la formación de novicias y en la administración de la comunidad. Dice la Madre Concepción, “su liderazgo no se imponía, sino que se sentía en la cercanía, en la escucha y en la coherencia de su vida. Para sus compañeras, fue ejemplo de paciencia, serenidad y fe profunda”.

Desde niña, la Madre Carmen se dedicó a preparar a los niños y jóvenes para la primera comunión, convencida de que enseñar catequesis era uno de los apostolados más importantes de una Sierva de Jesús. Para ella, formar a los niños era preparar “sagrarios vivientes” para Jesús. La eucaristía también ocupó un lugar central en su vida; según recordó la Madre Concepción: “La Madre Carmen rezaba constantemente por los sacerdotes porque consideraba que la eucaristía era un alimento del alma”, expresó.

En la década de 1960, la congregación enfrentó un momento decisivo: la casa madre francesa proponía transformarla en un instituto secular. En Venezuela, las religiosas, lideradas por Madre Carmen, rechazaron la propuesta y defendieron la vida conventual.

Tras un proceso de discernimiento y con la aprobación del arzobispo de Caracas, nació oficialmente la Congregación Siervas de Jesús de Venezuela el 23 de noviembre de 1965, con Carmen Rendiles como primera superiora general.

Bajo su liderazgo se expandieron obras educativas y pastorales, entre ellas el Colegio Belén, que combinaba educación académica con formación espiritual. Su trabajo dejó una huella duradera en la educación venezolana y en la vida religiosa del país, incluso tras su fallecimiento el 9 de mayo de 1977, a los 73 años de edad.

¿Cómo era Carmen Rendiles?

Dice la Madre Concepción era “sencilla, con una fe inquebrantable, cualidades que se reflejaron en su obra y en la forma en que impactó a quienes la rodearon. Una mujer cercana, alegre, comprensiva y comunicativa, siempre atenta a las necesidades de su comunidad. Cada gesto y cada acción surgían desde la entrega sincera, con la alegría de servir y de ponerse al servicio de Dios. Participó activamente en la formación de novicias y en la administración de la comunidad. Para sus compañeras, fue ejemplo de paciencia, serenidad y fe profunda».

Durante la década de los 40 y principios de los 50, pasó a desempeñar diferentes posiciones dentro de la congregación venezolana de las Hermanas Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento hasta que en 1951 fue nombrada Superiora Provincial.

Durante su ejercicio en este cargo, fundó una casa en la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira, que funcionaría como colegio. Las hermanas comienzan a trabajar en el Seminario Diocesano de San Cristóbal; inician sus labores en Cúcuta; atendieron el Palacio Arzobispal y la Catedral de Caracas; fundan el Colegio Belén de Caracas y el Colegio Nuestra Señora del Rosario en La Punta, estado Mérida; en 1959, la madre Carmen donó a la Congregación su casa paterna ubicada en la prestigiosa urbanización El Paraíso de Caracas, donde se creó un colegio dedicado a la educación de niñas de escasos recursos.

El 9 de mayo de 1977, Madre Carmen fallece a causa de una gripe. Sus exequias se celebraron el 10 de mayo de 1977 en la Capilla de la Casa General de la Congregación de Luneta a Caja de Agua, Altagracia, Caracas. Fue sepultada en la capilla del Colegio Belén en Caracas.

Sus exequias en el Colegio Belén

El Colegio «Belén» es una institución privada de educación preescolar, básica, y media diversificada, que desarrolla una educación basada en un elemento dinamizador de cambio fundamentado en los valores del evangelio, que promueven la justicia, el trabajo, la participación, la solidaridad y la organización.

El 15 de septiembre de 1958 llegó al plantel la resolución que le permitió funcionar como colegio privado, con el nivel de preescolar. Fue fundado por la Beata Madre María Carmen Rendiles superiora de la orden religiosa Siervas de Jesús, conjuntamente con las Hermanas de la Cruz y María Celina, en una casa de propiedad de la Orden Religiosa.

Se inició con 10 niños, a los cuales se le proporcionó educación de calidad, además, de dárseles calor humano, y comprensión, también, se les fue formando en los valores del evangelio, que promueven la justicia, la participación, la solidaridad y la organización.

Fabiola, el saquito de papas

Así llamaba Gisela Ojeda a su hija Fabiola De Abreu Ojeda después que un accidente la dejará parapléjica. Con la pequeña inerte en silla de ruedas se dirigió al Colegio Belén, una monja cerró en sus manos una estampita de la Santa Carmen Rendiles y se transformó en el segundo milagro que influyo en su canonización

Su voz no se oía, pero sus labios se movían. Fue un instante fugaz. Al terminar la misa, regresó a su letargo. Pero esa grieta de luz en la oscuridad fue suficiente para afianzar una fe que se tambaleaba. Gisela recuerda como casi perdió la poca fe que le quedaba, hasta que conoció a madre Carmen.

Los días se convirtieron en semanas. Aprovecharon también para asistir a una misa en el Colegio Belén. Llevaron a Fabiola en su silla de ruedas. Su cabeza caía inerte; debían sostenerla, recuerda su madre.

El 18 de septiembre de 2018. La desesperanza se había instalado en el hogar. Tanto, que Gisela llegó a pedirle a Dios que se llevara a su hija para que no sufriera ni quedara con secuelas devastadoras. Parecía el final. Pero la noche más oscura precede al alba.

A la mañana siguiente, el 19 de septiembre, el silencio se rompió. “Mamá, quiero hablar con mi abuela”, escuchó Gisela. Así, sin más. La voz de Fabiola, clara y firme, resonó en la habitación. Gisela pegó un grito, saltó, lloró. No entendía nada. Fabiola se levantó, tomó su teléfono celular, que no tocaba desde mayo, y actuó como si despertara de un sueño ordinario. Pidió pasta con carne para comer. Tomó los cubiertos, comió. Caminó. El “saquito de papas” había desaparecido. En su lugar estaba su hija, de vuelta, intacta. Perfecta… Aunque había perdido 25 kilos y mucho de su masa muscular.

Se movió con una autonomía que desafiaba la lógica médica, como si su cuerpo no tuviera memoria de la postración. Se produjo el milagro para Fabiola, hay un período de su vida que simplemente no existe.

No recuerda nada. No pregunta, no quiere saber los detalles de su propio calvario. A veces ve una foto, un video, pero mantiene distancia de ese dolor. El milagro es una gracia. Una bendición que, a veces, hace que su hija se pregunte: “¿Por qué me escogieron a mí?”.

Redacción: Ernestina Herrera

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