28Mar2024
Opinión
Paciencia y amor infinitos

Estoy convencida de que los homenajes hay que rendirlos en vida. Y hoy quiero homenajear a una gran mujer, alguien a quien tengo el privilegio de llamar mi amiga. Se trata de María Susana Padrón Corao de Grasso, presidente de Avesid, la Asociación Venezolana para el Síndrome de Down.María Susana tenía 23 años y apenas terminaba sus estudios de Derecho cuando dio a luz a la mayor de sus cuatro hijos, Andreína. Apenas nació, a las 6:30 de la mañana, a María Susana le aplicaron un sedante que la tumbó hasta final de la tarde. En ese momento, su papá, el reconocido médico oncólogo José Alberto Padrón Amaré, acompañado por el pediatra de la bebé, se le acercaron y le informaron que su hijita había nacido con síndrome de Down. “¿Sabes de qué te estoy hablando?”, le preguntó el pediatra. “Sí”. María Susana recordó las clases de puericultura de tercer año de bachillerato. En una entrevista que le hice hace unos años, me contó:“Después de varias horas que se me hicieron eternas, mientras la bebé era evaluada por un equipo inusual de médicos (supongo que no solo por su condición, sino también por el hecho de que era nieta de un médico) me llevaron a mi chiquita. Confieso que antes de verla me sentía un poco nerviosa, porque cuando te

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Esa piñata llamada Venezuela

Hace años, un danés que vivió mucho tiempo en Venezuela le comentó a mi hermano Ricardo que él había entendido el país cuando fue a una piñata: “Un objeto lindo -que por lo general representa a un personaje querido- es literalmente majado a palos (acto aupado por todos los asistentes, “¡dale, dale, dale duro, más duro!”) hasta ser destrozado. Cuando cae el cotillón, todos se lanzan a recoger lo más que puedan, incluso quitándole lo suyo a otros niños. Esto incluye mamás y otros asistentes. Quienes se lanzan a recoger no escogen las cosas que les gustan, sino que agarran lo que sea. En realidad, si les gusta o no, es absolutamente irrelevante. La propia rebatiña”.Una tía abuela mía jamás venía a nuestras piñatas. “Las piñatas son un acto de salvajismo”, decía. Pero nadie le hacía caso. Más bien la veíamos como alguien extraño: ¿cómo podían no gustarle las piñatas?… Ella no sabe cuánto la recuerdo, porque hoy estoy convencida de que tenía razón… El que sea una costumbre no la hace menos salvaje.Nosotros estamos acostumbrados, pero me imagino que -aún en un mundo globalizado- a alguien que no ha vivido las piñatas desde niño deben parecerles un horror, por todas las razones esgrimidas por el danés del que hablo al comienzo de este artículo.Es verdad que las piñatas no

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Levantarnos una vez más

Hace poco más de un mes se cumplieron 47 años de “The Rumble in the Jungle” (“La Pelea en la Selva”). El 31 de octubre de 1974 se llevó a cabo en Zaire (hoy República Democrática del Congo) una “batalla” de boxeo épica. Para muchos entendidos, está considerada la mejor de todos los tiempos: Muhammad Ali contra George Foreman.El gran favorito era Foreman, quien había ganado sus últimas 40 peleas. Ali, por el contrario, no solo había peleado poco los últimos años, sino que venía de dos sonadas derrotas, contra Joe Frazier, el 8 de marzo de 1971 y contra Ken Norton, el 31 de marzo de 1973. Foreman, por lo tanto, parecía estar en mejor forma y años más tarde confesó que pensaba que noquearía a Ali en el primero o segundo round. De hecho, había ganado sus últimas ocho peleas antes del segundo asalto.Frente a más de 100.000 personas comenzó la pelea. Ali soportó el primer round. También el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto, el séptimo. En el octavo –y ante la sorpresa de todo el mundo– de un poderoso golpe a la mandíbula, noqueó a Foreman.Manila, Filipinas, 1 de octubre de 1975. “Thrilla in Manila” (“Suspenso en Manila”). Muhammad Ali enfrenta a Joe Frazier, quien cuatro años antes lo había despojado de su

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Ilusos, fracasados o zánganos

Escribo este artículo sin conocer los resultados de las elecciones de ayer. Espero que la sensatez haya privado y que la gente haya ido a votar para expresar su descontento. Porque no me queda duda de que el régimen continuará con el acelerador del Estado comunal a fondo y nos llevará, cual carro sin frenos, a estrellarnos estrepitosamente contra un muro de contención. Y sabemos que las probabilidades de sobrevivir en un choque de esos son bastante bajas.Es cierto que en América Latina ha habido terribles injusticias sociales,  en muchos países peor que en la Venezuela prechavista. Ahora somos uno de los países, no solo con una gran injusticia social, sino con las mayores violaciones de derechos humanos del mundo. Pero las injusticias no se resuelven cometiendo otras injusticias. Y de allí el fracaso de todos los regímenes de corte autoritario y totalitario del mundo.Hace tiempo me llegó un correo electrónico que guardé, por considerarlo muy ilustrativo: los muchachos de un salón de clases se enfrentaron con vehemencia a un profesor que fustigaba el sistema socialista. Decían los muchachos que el socialismo sí funcionaba porque era el “gran igualador”. “En el socialismo no hay ricos y no hay pobres, todos son iguales”, alegaban.En el siguiente examen, sin advertirles previamente, el profesor tomó todas las notas, las promedió y les puso

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Educadora hasta su último suspiro

Yo sabía que este momento iba a llegar. Pero no había forma de haber estado preparada para recibir la noticia. Cuando abrí mi Whatsapp y empecé a leer la nota que me había enviado su hija Laura, mi corazón empezó a latir precipitadamente: en efecto, avisaba a la familia y amigos cercanos que su mamá, Luisa Teresa Lanz de León, había fallecido durante la noche. La tristeza me invadió.Más que un icono, Luisa Teresa fue un monstruo sagrado de la educación en el estado Aragua. Maestra de varias generaciones de aragüeños, dejó su impronta de excelsa educadora, mujer culta y, sobre todo, de una verticalidad y decencia como pocas. Siempre fue consecuente con su manera de pensar y actuar. Directora del mejor liceo de Maracay por muchos años, el Agustín Codazzi, lo dejó para fundar su propio colegio, el Instituto de Educación Integral. Allí la conocí cuando fui a buscar cupo para mis hijas. Ambas teníamos en común tres hijas y una de ellas, una niña especial. Ambas compartíamos pasión por la educación, siempre buscando nuevos caminos que explorar y abrir. Eso nos unió para siempre.En su colegio, mi hija Tuti fue la niña más feliz de todos. Gracias a la profesora Lanz todas las puertas se abrieron para ella. Hubo una planificación diseñada especialmente por ella para recibirla y

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