25Abr2024

Por: Emilio Bravo  |   27 Ago, 2022 - 3:45 pm

Hace 8 años, el científico argentino Gustavo Palacios recomendaba enfáticamente, junto con colaboradores, que había que hacer una vigilancia a más largo plazo de un patógeno. Habían descubierto que el virus Monkeypox se estaba adaptando “para una replicación eficiente en un nuevo nicho ecológico: los humanos”. Lo afirmaban tras haber estudiado muestras de 60 personas que habían tenido la viruela del mono o viruela símica entre 2005 y 2007 en la República Democrática del Congo, en África.

En aquel momento, el reporte científico pasó desapercibido. Pero ahora que el virus Monkeypox se empezó a detectar en mayo en el Reino Unido, y en otros países europeos, y se propagó al resto de las regiones del mundo, incluyendo América Latina, la experiencia y los resultados de sus estudios genómicos hicieron que el doctor Palacios sea hoy un referente mundial en viruela del mono, una enfermedad que puede provocar lesiones en la piel, fiebre, ganglios inflamados, y dolor de garganta, entre otros síntomas. Hay más de 46.000 casos confirmados de viruela símica en el mundo y desde el 23 de julio pasado la OMS declaró que se trata de una emergencia de salud pública de importancia internacional.

En una entrevista exclusiva con Palacios, contó cómo se interesó por los virus que habitan en el planeta, especialmente los del Sur Global, y qué se sabe hoy sobre la viruela del mono en el mundo. El científico nació en Buenos Aires en 1969. Estudió en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires. Se fue de la Argentina con su familia tras la crisis financiera del país del año 2001 y trabajó en la Universidad de Columbia, en Nueva York, Estados Unidos.

En 2011 Palacios fue el fundador y primer director del Centro para las Ciencias Genómicas, que depende del Instituto de Investigación Médica en Enfermedades Infecciosas del Ejército de los Estados Unidos. Desde el año pasado, pasó a ser investigador y profesor de la prestigiosa Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí, en Nueva York. Además del Monkeypox, Palacios investiga el virus del Ébola, el patógeno que provoca la muerte en más del 25% de los afectados (días atrás se notificó un nuevo caso de Ébola en Congo y preocupó a la OMS).

El doctor Palacios con su equipo de colaboradores en Nueva York, Estados Unidos (Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí)

– ¿Por qué se produjo el brote de viruela del mono en 2022?

Para responder esa pregunta, hay que tener en cuenta la historia de la enfermedad. El primer caso reportado de viruela del mono fue en la República Democrática del Congo en 1970. En esa zona geográfica, desde ese entonces ha habido siempre centenares de casos reportados. Esos casos eran con una alta virulencia, que llegaba al 10%, y con relativa transmisibilidad. Durante ese período también hubo brotes esporádicos en África del Óeste, y se habían detectado algunos brotes por casos importados en otros países como los Estados Unidos en 2003. Pero en todos estos últimos brotes, la virulencia y transmisibilidad era mucho más baja que en el Congo.

En 2017 se observó la re-emergencia de la infección en Nigeria, con más de 200 casos de viruela símica. Ahora sabemos que las cepas del virus que se encuentra en los casos de este año 2022 están cercanamente relacionadas con esa re-emergencia en Nigeria. Esto significa que no se trata de un brote que se produjo este año. La epidemia actual de viruela del mono empezó en 2017, y el virus se transmite más rápido de lo que se creía.

– ¿Usted investigó los casos de viruela en 2017?

Sí. Con científicos del Instituto Pasteur en Senegal y del Centro para el Control de la Enfermedad de Nigeria, estuvimos haciendo un análisis genómico de muestras de pacientes. En ese momento encontramos que el caso índice del brote de viruela en Nigeria en 2017 no fue importado, sino que probablemente se originó a partir de un evento (o más de uno) de salto del virus desde un reservorio, que probablemente sean roedores. El trabajo se publicó en la revista The Lancet Infectious Diseases al año siguiente. Después hubo exportaciones del virus hacia Israel, Reino Unido y Singapur. Ahora, este año hay más casos en más de 90 países y todos están relacionados con ese nuevo linaje de virus que apareció en el brote de 2017.

– ¿Cuál sería el reservorio del virus en 2017?

Se sospecha de algunas especies de roedores que viven en África, pero en realidad como no hubo suficientes recursos para investigar la viruela del mono, aún se desconoce cuál o cuáles pueden ser las especies de roedores, que pueden ser reservorios del virus Monkeypox.

– Con la atención mundial que ha recibido la viruela en 2022, ¿qué cambió?

La respuesta ante el avance de la viruela del mono ha sido lenta. Se creyó en mayo pasado que estaba relacionada con un evento de superpropagación y que el virus no era de alta transmisibilidad, porque se correspondía con el grupo de virus que históricamente circulaba en África Occidental. Con el correr de los meses, nos hemos encontrado que la variante que surgió en 2017 de Monkeypox sigue siendo de baja virulencia, pero su transmisión sí es más rápida de la que se pensaba. Además, en los casos de este año, se observa una preponderancia de una vía de transmisión que antes no se reportaba tan frecuentemente, como es la cantidad de contagios entre seres humanos en contacto intimo durante las relaciones sexuales.

– ¿Por qué antes las prácticas asociadas a las relaciones sexuales no se consideraban como vías de transmisión de la viruela?

La viruela del mono es una enfermedad de transmisión por contacto íntimo. Por lo que obviamente las relaciones sexuales facilitarían la transmisión. Pero en los estudios de transmisión realizados antes en hogares, no se observaron diferencias entre la posibilidad de contagio entre parejas u otros convivientes. En el brote actual, si pareciera haberla. Si bien es posible que ese tipo de transmisión no se reportara por motivos de privacidad, la alternativa es que la enfermedad tenga ahora una presentación con algunas diferencias en la vía prevalente de contagio.

– Este año, usted estudió los casos de viruela del mono en España y los primeros casos en Argentina. ¿Qué se encontró?

Estamos colaborando con científicos en España y en Argentina. Nos sirvieron mucho las lecciones aprendidas durante un trabajo que habíamos hecho en Congo en 2014. En ese momento, analizamos la variabilidad genómica del virus Monkeypox y nos dimos cuenta que se estaba adaptando mediante cambios en el genoma en manera similar a lo que se había observado con la viruela humana. Esos cambios aumentaban la capacidad de transmitirse rápida y eficazmente de persona a persona. En este momento, estamos llevando a cabo estudios similares en España y en los Estados Unidos para identificar las regiones de alta variabilidad en el brote actual. Esos datos nos podrán conducir a entender cuáles son los factores de la emergencia del virus y de su alta contagiosidad. Esperemos que abran puertas para entender lo que esta sucediendo y, de esa manera, controlarlo.

– ¿Qué se espera para el futuro?

En base a la información epidemiológica disponible, el brote actual podría haber llegado a su punto máximo durante las últimas semanas, pero hay que confirmarlo aún. Pero este brote es un llamado de atención porque sugiere que el Monkeypox es más transmisible de lo que se suponía. Debería haber más vigilancia sobe el virus en animales. Hay que asumir que el virus está en reservorios animales, y hay que poner más atención porque se podrían producir otros saltos en el futuro. También habría que contar con la posibilidad de vacunar a las poblaciones más vulnerables en el hemisferio Sur, donde este tipo de virus son más endémicos. De alguna manera, hay que implementar medidas con el enfoque de “Una Salud”, que se viene diciendo desde hace años, pero hay dificultades para llevarlo a la práctica.

– Días atrás, se informó la resurgencia del virus del Ébola en la República Democrática del Congo. Los análisis mostraron que el caso estaba vinculado genéticamente al brote que ocurrió entre 2018 y 2020. ¿Qué se sabe sobre Ébola hoy?

Aún se sabe poco sobre el virus Ébola. Sabemos que habría reservorios de ese virus en algunas especies de murciélagos. Con otros colaboradores, conseguimos documentar que el virus del Ébola se puede transmitir por relaciones sexuales. Lo confirmamos a través de técnicas genómicas. Encontramos que el virus puede causar una infección persistente y que puede ser transmitida a otras personas. Los últimos brotes en Guinea y en el Congo no se han generado por un salto del virus desde los reservorios animales sino que se han producido porque algunas personas que tuvieron la infección seguían transmitiendo a otras tiempo después.

En febrero pasado, publicamos un estudio en la revista Science en el que demostramos que el virus del Ébola puede persistir en el sistema ventricular del cerebro de los monos macacos rhesus que habían recibido tratamiento con anticuerpos monoclonales. Eso implicaría que es necesario el seguimiento a largo plazo de las personas que sobreviven a la infección. Estamos estudiando las vías de transmisión de este tipo de infecciones entre los animales, desde los animales a los seres humanos y entre los humanos.

– ¿Cómo llegó a investigar ese tipo de virus y sus vías de transmisión?

Mi padre tenía un laboratorio de análisis clínicos en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires y ese espacio se convirtió en mi lugar para aprender sobre patógenos desde los 17 años. Estudié en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, y tuve profesores y mentores como Rodolfo Campos y Lucía Cavallaro, quien es hoy presidenta de la Sociedad Argentina de Virología, que me alentaron a desarrollar una carrera como investigador en virología. Me hicieron ver a los virus como una manera de estudiar la evolución. Es un campo de investigación fascinante.

– También estudia virus de Sudamérica, como el de la gripe A en 2009 y el hantavirus

Sí, hacemos colaboraciones con los investigadores del Instituto ANLIS/Malbrán, donde trabajaba antes de irme de la Argentina. El nivel de la virología en la Argentina es excelente. Solo necesita más apoyo. En colaboración, hemos estudiado al virus de la influenza H1N1, que dio lugar a la pandemia de gripe en Argentina en 2009 junto con Elsa Baumeister y Daniel Cisterna. Tenemos una muy linda línea de investigación en murciélagos en colaboración con el Instituto ANLIS/Malbrán de la Argentina.

Recientemente, junto a Paula Martínez, identificamos que el brote de hantavirus que hubo en Epuyén, en la provincia argentina de Chubut, en los años 2018 y 2019 fue un evento de superpropagación de transmisión entre humanos. La transmisión del hantavirus fue por la inhalación de gotitas exhaladas a partir de personas que estaban con la infección.

Al investigar ese brote (que afectó a 34 personas, y hubo 11 muertes en Patagonia) se encontró que hubo un salto del hantavirus desde roedores a una persona. En el caso del hantavirus o virus Andes, la especie reservorio son los ratones colilargos de nuestra Patagonia. En el caso del Monkeypox, el reservorio serían otras especies de roedores africanos.

– Frente al avance de este tipo de virus, ¿qué herramientas hay en desarrollo?

Una herramienta es el desarrollo de una plataforma de vacunas basadas en huevos embrionados. En el lugar donde ahora trabajo, en la Escuela Icahn, se hacen ensayos hace años para desarrollar una plataforma de vacuna aplicada para Influenza y COVID-19. En este momento hay estudios avanzados de esa plataforma en los Estados Unidos, Brasil, México y Tailandia. Nosotros proponemos que esa plataforma también puede ser útil para virus con impacto más regional, como el hantavirus, que es difícil que llamen la atencion de las grandes empresas farmacéuticas. Estamos tratando de desarrollar una vacuna para hantavirus con el Instituto ANLIS/Malbrán. Podría ser una vacuna de bajo costo, y su producción se puede escalar en países en desarrollo.

Con información de Infobae

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