En reiteradas oportunidades he resaltado intencionalmente la necesidad de abrazar un propósito, o una razón de vivir, para que las luchas cobren sentido y resistir sea la mejor opción. Este supuesto es independiente de la naturaleza de las labores que desempeñamos, o las áreas de acción donde nos desarrollemos. Para todo individuo será de gran valor sentir que su trabajo es importante y se le acepta tal cual es. Sin embargo, en múltiples ocasiones nos concebimos tan inadecuados que resulta casi imposible pensar que lo que hacemos tiene alguna trascendencia.
En esta oportunidad, me permito cavilar en la posibilidad de ofrecer un compás de tiempo para deliberar acerca de este tan anhelado y confuso propósito de vida. Durante años se duda acerca del sentido de vivir, no se reside muy claro en los fines de la existencia humana, y muchas personas nunca llegan a comprenderlo. Quizás lograr claridad en esto sea mucho más profundo de lo que intento exponer, pero de igual forma lo haré. Donde quiera que te desarrolles, te propongo visualizar una línea de tiempo y plantearte al menos tres acciones o logros que trascenderían el periodo de tu propia existencia. Estas podrían ser: entrenar un sucesor, dar una oportunidad a quien nunca la ha tenido, ser catapulta financiera para la preparación de una mente prometedora, o simplemente ser agradecido audiblemente, con cada favor recibido en el ambiente donde te desenvuelves.
Puede que se piense que no existe propósito, o que éste aún no se conoce, en ambos casos te presento una opción que puede ser gestada y ensayada. Resultando en inolvidables momentos de autorrealización y reencuentro con las fibras constitutivas del ser, que se van opacando en el doloroso transitar por la vida. El psiquiatra Viktor E. Frankl decía: “La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino solo por falta de significado y propósito”. Sus palabras resuenan en tiempos donde el suicidio se viste a diario y visita las mentes jóvenes y adultas, como opción al cese de los pesares. Entonces, te hago un préstamo, abraza el propósito de inspirar a otros.
La chusca alternativa de motivar a otros quita inmediatamente la atención del yo, transformando la energía emocional en una pregunta: ¿Qué puedo hacer para inspirar a otros?. Desde donde estás, seguramente hay mucho que puedes hacer, tocar un corazón con plectro le puede cambiar la vida a alguien, alumbrar en momentos de dificultad o incluso atizar la vidorria. Concentrarse en las necesidades del entorno inmediato, desvía la atención de las propias y permite ser de utilidad.
Puede que el planteamiento sea un gran desafío, dado que si no se tiene inspiración propia cómo se podría inspirar a otros, pero intentarlo puede ser un buen ejercicio, solo por curiosidad. Tal vez, los resultados sean de gran inspiración a quien lo ejecuta y la primera vida transformada sea la suya. No se trata de manipular, fingir ni hacer cosas vacías, puede ser muy sencillo, pero con sinceridad de corazón y amor. Animar a alguien a ejercitarse contigo porque le notas cabizbajo (está comprobado que el ejercicio tiene efectos positivos en los estados de ánimo), bendecir a alguien en su cumpleaños recordándole lo valioso que es, mediar como pacificador en la solución de un conflicto o dar una tarjeta anónima a quien percibas muy solitario. Estas son algunas acciones que se constituyan de inspiración a otros.
Propongo repatriar las intenciones humanas al corazón y abrazar el propósito de inspirar, lo que ciertamente dará sentido a la existencia, y nos mantendrá ocupados en lo que realmente importa. Por ventura que estas acciones superen por mucho nuestro tempus vitae, y algo interesante se pueda contar de nuestra vida cuando la hayamos expelido, en este plano terrenal.