En una entrevista radial que me hicieron sobre la migración, de todo lo que he vivido desde que salí de Maturín a Chile, me preguntaron “qué añoraba de Venezuela”.
En ese momento me invadió un sentimiento bonito y hasta yo mismo me sorprendí de la respuesta.
Por ser Periodista en una Venezuela antes de una pandemia impensable, trabajé en ese mismo medio de comunicación que me estaba entrevistando. Todo era presencial, nunca pensé en aquellos días entrevistar por llamadas o audios de WhatsApp. Ya allí tenía un sentimiento que empezaba a florecer muy por encima de la tristeza, porque ya no estaba entrevistando yo, era a mi en esta oportunidad.
Me entrevistó mi más que jefa, mi maestra Ernestina Herrera. «Nunca descarto mi trabajo profesional, lo llevo en la piel», también le dije.
Ya entrando en el tema de esa pregunta inicial, primero filosofé sobre esa palabra. Me fui en un viaje con una analogía de lo que para mí significa la AÑORANZA. Le expliqué a Ernestina algo como extrañar con la posibilidad de volverlo a vivir y… lo sigo manteniendo firme.
La RAE la define de una manera muy triste. Y pienso que más triste es extrañar porque, para mí, añorar y extrañar tienen esa diferencia de aquella posibilidad que humecta la esperanza.
Siento a su vez algo más profundo. Siento a su vez que es algo de perspectiva de cada quien, de los procesos y experiencias que ocurren a lo largo de la vida. Es muy personal, la verdad.
Apartando un poco la objetividad, creo que se añoran situaciones afectivas, porque por allí fue que aterricé. Creo que se pueden extrañar maneras y personas, pero nunca esa sensación de esperanza de poder volverlo a vivir, como mientras escribo estas líneas, reflexioné que me pasó con esta entrevista.
«Extraño ese instante de un abrazo mañanero de una tía, en mi casa, con olor a café mientras se cocina el desayuno»
Una situación específica que, a pesar de que puede que sea con otra persona o puede pasar de que sea en la noche y no en la mañana, es una sensación que puede volverse a sentir como ese recuerdo tan claro. Eso es lo que para mi termina significando la añoranza.
No trato de infundir una idea, pero sí de darme a entender porque también la vida se trata de convertir, trasmutar, evolucionar y florecer y creo no estar yo solo de acuerdo. Tener de nuevo esos recuerdos que llenan el alma y tener esa intención de replicar lo único que nos llevaremos cuando ya no estemos, es entender esa palabra también.
Al final, Ernestina me hizo una pregunta sobre volver, la respuesta fue obvia, pero ese instinto periodístico que ahora viendo todo desde afuera, cada día suma un motivo más para ir aunque sea a visitar. Suma personas que quiero que sientan en sus pies descalzos la tierra donde están mis raíces.