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Monaguense en Trinidad: Un día en prisión bastó para sentir el odio que nos tienen

La connacional que hace menos de dos meses estuvo recluida en una prisión para migrantes en Trinidad cuenta a El Periódico de Monagas que estuvo en “una celda más pequeña que un baño, peor que un calabozo de Venezuela”.

José Alexander Piñango
José Alexander Piñango-editor
Publicado:18 diciembre, 20205:26 pm
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Monaguense en Trinidad: Un día en prisión bastó para sentir el odio que nos tienen

Pasar un día dentro de una prisión de Trinidad y Tobago fue suficiente para que una monaguense viera más de cerca la discriminación que las fuerzas del orden cometen hacia los migrantes venezolanos.

Mariana (nombre ficticio) en su historia relatada a El Periódico de Monagas, dijo que estuvo recluida en “una celda más pequeña que un baño, peor que un calabozo de Venezuela”. “Eso parecía un sótano horroroso y sólo entrabamos cuatro. Ese cuartico estaba tan deplorable que ni siquiera había donde acostarnos”, señaló.

“Ese día estaba asustada, porque como para ellos las mujeres que migramos somos prostitutas, estaban como escogiéndonos para tener relaciones con ellos. También nos decían que estaríamos allí hasta el lunes si migración no llegaba a tiempo, porque fue un viernes cuando nos detuvieron”, relató.

Cuenta que el motivo del arresto fue porque supuestamente celebraban un cumpleaños y por la contaminación sonora, vecinos de la zona que prefirió no mencionar llamaron a las autoridades.

“Ese día la policía se ensañó solamente con las mujeres. Nos detuvieron y metieron en un autobús, llevándonos primero a un centro de salud en donde nos hicieron la prueba del Covid-19”, dijo. “Nos tuvieron allí desde las 8:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde, y en todo ese tiempo, lo único que nos dieron fue agua”, mencionó.

Luego que todas dieran negativo al virus, se las llevaron hacia la prisión y antes de llegar allí, el chofer de la unidad donde las transportaban “conducía a toda velocidad y se metía por varias calles para despistar el carro de un amigo que nos perseguía”.

Horas después, cuando estaba por caer la noche, a la prisión donde estaba recluida Mariana llegó un abogado de migración que pidió la documentación de cada de una de las detenidas.

“Gracias a Dios yo tenía mis documentos originales y pude salir ese día, pero hubo algunas que por no tener ni cédula se quedaron allí”, señaló.

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