18Abr2024

Con una hiperinflación de 1.813,1 % para el mes de septiembre, según el Índice de precios al consumo, Monagas se adentra cada vez más en una dolarización informal donde a pocos les interesa el precio en bolívares y ser cajera de panaderías o bodegones es más lucrativo que ejercer la licenciatura que se presume en un título universitario.

Por: Mariely Hernández  |   13 Oct, 2020 - 12:19 pm

Alumnos de importantes casas de estudio en Monagas como la Universidad de Oriente (UDO) prefieren decir “a la orden” en una tienda de zapatos que llevar su curriculum a PDVSA. Arquitectos egresados del IUP Santiago Mariño trabajan como cerrajeros en La Manga. Hay estudiantes de medicina que pasan el punto en una panadería de Tipuro y Licenciados en Comunicación Social graduados de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) que hacen de encargados en un negocio de seguridad en Monterrey.

¿La razón? Ganan mucho más que ejerciendo su profesión.

1 Dólar diario

Quién peor gana, suma 5 dólares semanales a su cuenta y, en promedio, los locales comerciales en Tipuro, Palma Real y Monterrey pagan a sus empleados 30 dólares al mes más bonos y beneficios.

Trabajo como cajera ocho horas día, seis días a la semana y me pagan 1 dólar diario, incluyendo el día libre porque los obliga la ley”, explica Carolina Andrade, estudiante de Ingeniería en Petróleo, quien trabaja en un local de Tipuro.

Luis Oliveros, egresado de la USM en Comunicación Social y con mucha experiencia en producción radial explica que “Maturín está estancado” por lo que “no vale la pena perder el tiempo trabajando con personas de aquí, que quieren pagarte mucho menos de lo que vale tu trabajo”.

Por su parte, una empleada de la Alcaldía de Maturín que prefirió mantenerse en el anonimato explica que con 15 años de experiencia en instituciones públicas, en su momento “las más buscadas para trabajar”, gana diez veces menos que sus dos hijas: la primera es cajera y la segunda trabaja como redactor freelance y community manager.

Alejandra Aguirre, quien si ejerce su profesión como asistente de contaduría afirma que “yo me ayudo con otras cosas, manejando redes y diseñando porque el trabajo de oficina no paga bien y, si viviera de él, ya estuviera muerta. Pero, no quiero dejarlo porque yo no estudié 5 años para atender un bodegón”.

Sin embargo, pocos piensan como Alejandra y mientras los monaguenses capacitados están desperdiciando su talento pasando una tarjeta por un punto de venta, las condiciones salariales están dejando a las empresas sin personal y cada vez son menos los jóvenes que apuestan por la educación universitaria.

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